BIENVENIDOS

Para los amantes del arte, de la producción, contribución, el sentir, la reciprocidad.; el propio manifiesto de las palabras, su hacerse contemplativo y la lectura de ideas. Un espacio para encontrarse, reencontrarse y perderse en el retorno. Un lugar ideado para la expresión sin condicionamientos ni tabúes...

miércoles, 24 de junio de 2009

LA EPISTEMOLOGÍA DE LA COMPLEJIDAD: El uno múltiple del pensamiento

La epistemología de la complejidad, ese saber multidisciplinario que interrelaciona la ciencia del espíritu científico con el conocimiento holístico de la realidad circundante, concebida y abordada desde diferentes ópticas donde el todo no es entendido como la suma de sus partes, sino como la necesaria interacción de cada una de ellas de manera interdependiente, retroalimentaria, con el propósito de explicar el conocimiento no como un acto de difícil acceso, sino como un sistema diversificado de relaciones que se repelen y emparentan simultáneamente.; ese saber multifacético, dinámico, que pocos autores han abordado y muchos lectores aún no comprenden, se puede explicar partiendo del siguiente ejemplo tomado de la vida cotidiana: la Universidad.
¡Soy médica, por tanto, no sé nada de literatura; soy de literatura así que las matemáticas me producen dolor de cabeza; por ser de Sociales, qué habría de saber acerca de las reglas ortográficas; mi mundo es la ingeniería así que no me inmiscuyo en nada que no tenga que ver con sus cálculos y geometrías…!
En torno a lo anteriormente descrito, cabría preguntarse ¿Por qué nos hemos dedicado a pensar bajo la premisa binaria de creer que somos buenos en algo en tanto nos aboquemos exclusivamente a ello; porqué al momento de especializarnos en una profesión nos olvidamos de poner en práctica nuestros conocimientos en favor de toda una sociedad y no para la suma de individuos que la conforman; por qué entendemos la organización como una restricción disciplinaria garante de un orden que aísla sus elementos en vez de optar por la convivencia entre las estructuras (formas de pensar) que subyacen dentro de la dinámica de las interrelaciones; porqué seguimos viendo el problema, estudiando sus partes por separado sin obtener resultado alguno, en vez de empezar por lo general que sería enfocarnos en la solución del mismo para así poder abordar la naturaleza misma de la dificultad detectada? ¿Acaso cuando armamos un rompecabezas no comenzamos viendo, memorizando el todo referencial (la imagen) para después integrar sus partes y no a la inversa siempre difícil y contradictoria (el azar de tratar de encajar una pieza con otra sin propósito alguno? ¿Por qué no entender que la Universidad no es la suma de sus Escuelas y/o facultades, sino un sistema complejo donde cada una de sus instancias o departamentos académicos interactúan entre sí conformando un todo operario, comunicativo, de reciprocidades manifiestas? Estas interrogantes responden al hecho de que el pensamiento ha sido demarcado en visiones fronterizas donde la abstracción y trascendencia del conocimiento no tienen cabida porque los individuos estamos sujetos a pensar desuniendo el todo en partes elementales, obviando los fenómenos que quedan fuera de su objeto de estudio.
Este pensar segmentario, reductor, simplista, perceptible, aunque suene un tanto exagerado, es así como hoy en día se vislumbra la educación desde distintas vertientes disciplinarias: un cubículo cuadriculado del pensamiento; la corriente positivista vigente como producto reductor del mundo y parcela del conocimiento humano. La meta en éste y todos los casos donde el conocimiento tiene un punto de partida pero no un fin acabado, sería abandonar tal pensamiento dogmático rompiendo con el paradigma cuantitativo de concebir la realidad como un dato a ser experimentando, calculado, constatado, sistematizado, consensuado por la razón y verdad absolutas.
El proceso de ver la realidad desde afuera y en perspectiva analógica –desde la concepción de la simplicidad- es imposible porque el mundo se halla sujeto a reglas que legislan al hombre como competencia unidireccional de un área específica del saber, abandonando así su capacidad inherente de explorar nuevos hechos y fenómenos que, aunque sólo en apariencias se muestren inconexos, la realidad manifiesta que son complementarios entre sí evidenciándose no sólo la manera de contemplar el mundo tal y como es, sino también la ocasión de traducirlo en infinidad de interpretaciones enlazadas las unas con las otras contextualmente. Es así como surge la epistemología de la complejidad.
Para la epistemología de la complejidad el caos es el primer principio del orden en el cosmos. Todo acto cognoscente nace, primeramente, de la incertidumbre, de un desorden que, paradójicamente, contribuye a organizar nuestro pensamiento porque reta a nuestro propio conocimiento a ir más allá de lo perceptible. Recordemos que la simplicidad es una línea recta temporal que va del punto A al B sin matices ni relieves que permitan el cambio, la transmutación del pensamiento, mientras que la complejidad nos invita a polimatizar el tiempo, reflexionar que nada es tan complicado como se aprecia; que detrás de todo hecho aparentemente simple, existe toda una amalgama de fenómenos y acciones complejas, interconectadas entre sí que conforman el todo integrado. Piénsese, por ejemplo, en el acto sexual que no es sólo la fusión, el encuentro orgásmico de dos cuerpos que se atraen mutuamente, sino también la interacción de múltiples sensaciones cuasi-biológicas que van desde el placer al éxtasis emotivo; del goce transpirado al amor sublime de dos almas que se pertenecen.
El pensamiento clásico suponía que para validar el conocimiento, era necesario depurarlo, es decir, poner en orden los fenómenos, rechazar el desorden, lo incierto, lograr la certidumbre, quitar las imprecisiones, distinguir y jerarquizar. Entonces, la complejidad se presentaba pero bajo la forma de lo enredado, ambiguo, incomprensible porque todo acto de conocimiento se abordaba en términos de seleccionar datos significativos rechazando lo no significativo (separación disyuntiva de la realidad). Para contrarrestar tales falencias del pensamiento reductor, es necesario tomar conciencia de los paradigmas que mutilan el conocimiento y desfiguran lo real. Para ello, se formula la idea de un pensamiento complejo, que evite la reducción/disyunción/separación del conocimiento. (Dialógica orden-desorden), proponiendo así una epistemología de la complejidad entendida como principio de distinciones/relaciones/oposiciones fundamentales entre algunas “nociones matrices” que generan y controlan el pensamiento, es decir, la constitución de teorías y producción de los discursos emitidos por los miembros de una comunidad científica determinada. De ello resulta una evidente ruptura epistémica, una transformación fundamental de nuestro modo de pensar, percibir y valorar la realidad signada por un mundo global que interconecta pensamientos y fenómenos, sucesos y procesos, donde los contextos físicos, biológicos, psicológicos, lingüísticos, antropológicos, sociales, económicos, ambientales son recíprocamente interdependientes entre sí.

CONSEJOS PARA AYUDAR A UN NIÑO TÍMIDO

Causas de la timidez Los investigadores han descubierto dos caminos claros hacia la timidez. El primero es biológico: aproximadamente uno de cada cinco niños parece haber nacido con una predisposición biológica a la timidez. Desde el momento en que son pequeños —y a veces antes— estos niños se sienten incómodos con gente y ambientes nuevos. Los niños tímidos tienden a ser comedores quisquillosos que evitan probar alimentos nuevos y que son reacios a aceptar desafíos nuevos. Estos niños tienden a mantener esta actitud durante al menos unos años. La mitad de los niños que muestran este patrón todavía son tímidos cuando tienen seis años; un cuarto todavía son tímidos en la adolescencia y es probable que sigan siendo algo tímidos toda su vida. Para ellos, parece ser una cuestión de temperamento o predisposición innata. El otro camino hacia la timidez es situacional. Para estos niños, la timidez es una reacción temporal al estrés. La enfermedad de un padre, una mudanza a una casa nueva o un cambio en su cuidado pueden disparar la timidez en un niño pequeño o en edad preescolar —aún en un niño mayor. La timidez generalmente desaparece tan pronto como la situación subyacente finaliza o el niño se siente más cómodo. Cómo ayudar a un niño tímido Con frecuencia la timidez no es preocupante, a menos que sea parte de un grupo de temores que causan ansiedad emocional reiterada o problemas sociales para el niño. Aún así, los niños tímidos pueden beneficiarse de varios factores que lo ayudan a mejorar su confianza y sus destrezas sociales. Aquí tienes algunas sugerencias:
Recuerda que cuando tratas con un niño tímido debes alentarlo amablemente y en forma comprensiva, en lugar de obligarlo a hacer algo. Los niños tímidos se sienten abrumados emocionalmente con facilidad. Si exiges mucho demasiado pronto, probablemente tu hijo se sentirá más ansioso en vez de menos ansioso.
Trata de no decir cosas como "Sarah es tímida" cuando se comporte así —especialmente evítalo frente a Sarah, que puede llegar a creer que su conducta es un rasgo y no un estado temporario. Además, los niños pequeños y en edad preescolar pueden interpretar esa etiqueta como una excusa legítima para escabullirse de situaciones sociales incómodas. En cambio, di algo como "A Sarah le cuesta conocer gente nueva, pero está trabajando en eso".
No te burles de tu hijo por su timidez. Esto sólo lo avergonzará y empeorará el problema.
Ensaya situaciones sociales estresantes en casa. Para algunos niños en edad preescolar, la combinación de gente nueva, entorno nuevo y actividades nuevas es abrumadora. Por ejemplo, si tu hijo se siente incómodo cantando una canción con otros niños en el preescolar, ayúdalo a practicar cantando con él en casa. Esa práctica ayudará a que cantar en la escuela sea menos aterrador y más divertido.
Trata de no abrumar a tu hijo con demasiada compañía o estimulación. Con frecuencia los niños tímidos se sienten más cómodos jugando con un amigo por vez que con un grupo de amigos. No lo obligues a participar en actividades con grupos grandes. Se alentador, pero deja que tu hijo decida si se unirá y cuándo hacerlo.
Alienta a un niño tímido a jugar ocasionalmente con otro niño que sea un año o dos menor. Esto pondrá al niño tímido en una posición de liderazgo, algo que rara vez siente con sus pares. También puede darle más confianza cuando juega con los niños de su misma edad.

martes, 23 de junio de 2009

CONTRATO DIDÁCTICO O CONTRATOS DE APRENDIZAJE

El contrato didáctico y/o de aprendizaje es un convenio pedagógico consensuado entre el docente y los alumnos con la finalidad de instaurar alianzas tácitas y manifiestas que regulen las actuaciones, competencias, estrategias e interacciones entre el profesor y los estudiantes.
También, el contrato didáctico habría de definirse como una herramienta alternativa o planificación instruccional novedosa que permite establecer un sistema de normas en relación con una determinada área o asignatura del saber, con la finalidad de innovar el discurso tradicional del que enseña basado en esquemas dogmáticos de transferencia informativa, sin socializar –primeramente- tales conocimientos con los estudiantes. En tal sentido, los parámetros evaluativos de dicho contrato didáctico no serán sólo objeto de conocimiento y deliberación unidireccional por parte del profesor (paradigma implícito), sino también de discernimiento y conformidad de los estudiantes (Acuerdo explícito). Todo ello contribuye a gestar un aula diversificada, es decir, un espacio interactivo, renovado y heterogéneo donde el docente dialoga con el alumno mostrando así una actitud empática hacia el proceso de enseñanza-aprendizaje.
El contrato didáctico permite contextualizar el hecho educativo emancipando sus objetivos y metas, ya no contemplados dicotómicamente en el viejo bosquejo de Profesor-Contenido vs Alumnos donde sólo se vislumbra una trasferencia de información mas no la retroalimentación de la misma. Es por ello que el contrato de aprendizaje permite transformar dicho esquema educativo al modelo Profesor + alumno vs Contrato, en el cual ambos actores exponen e intercambian planteamientos, opiniones y perspectivas en relación con sus proyectos, intereses y afinidades; con la visión debatida y negociada del contrato didáctico y/o de aprendizaje que han concebido como viable y pertinente.
Asimismo, en el contrato didáctico contribuye a que cualquier actividad asignada por el docente se convierta en un hecho relevante, significativo para el alumno, puesto que, hay un previo concilio metodológico que el docente ha querido compartir con sus alumnos haciéndolos copartícipes y no simples espectadores de su proceso de aprendizaje: el alumno interviene, manifiesta sus inquietudes; aporta ideas que complementan y dotan de versatilidad cualquier tema o contenido programático próximo a debatirse. A través del contrato didáctico, el docente muestra a sus alumnos qué enseñar y éstos con total libertad eligen qué aprender y cómo aprenderlo en diálogo abierto y sostenido con el docente para así alcanzar un acuerdo favorable que conduzca a aprendizajes autoregulados, significativos.
Por consiguiente, el contrato didáctico respalda la toma de decisiones; fomenta una actitud crítica frente a un hecho particular de enseñanza -aprendizaje: invita al docente a reflexionar sobre su labor instructiva y al alumno a ser autónomo y responsable de su aprendizaje, sin depender excesivamente de las demandas y/o requerimientos del docente. Por tanto, el contrato didáctico es un proyecto que docentes y alumnos ponen en marcha con la finalidad de democratizar la educación; estimular la capacidad crítico-reflexiva del alumno; socializar los aprendizajes; precisar los objetivos y fines de cualquier contenido temático a validarse; evaluar la producción de los alumnos atendiendo a sus características personales y ritmo de trabajo; tutorar o reorientar el trabajo y/o progreso alcanzado por el estudiante a través de sesiones o entrevistas personalizadas; incentivar las competencias lingüísticas y comunicativas del educando; ejemplificar los conocimientos teóricos para fines prácticos; negociar las fases u objetivos básicos generales de una determinada asignatura/ módulo de trabajo; seleccionar el material o recurso instruccional que sea conveniente y accesible; resolver problemas o conflictos actitudinales relacionados con el abordaje formativo de los educandos y la técnicas instructivas empleadas por el docente.

PARADIGMA EPISTÉMICO DEL SABER PARA LA EDUCACIÓN DEL NUEVO MILENIO: LA CIENCIA INTERPELANTE DEL CONOCIMIENTO

La actividad docente en nuestros días debería enfocarse en la praxis proactiva de abordar los conocimientos partiendo del enfoque epistémico de la ciencia investigativa, proponiendo versatilidad y argumentación didáctica en el método de instrucción y evaluación de nuestros educandos así como también innovación consensuada entre docentes y alumnos toda vez de elaborar o planificar las estrategias metodológicas de trabajo instruccional en correspondencia con los ejes transversales y/o curriculares de nuestra educación.
Ausubel (2001) manifestaba que "Si tuviera que reducir toda la psicología educativa a un solo principio, enunciaría que el factor más importante que influye en el aprendizaje es lo que el alumno ya sabe. Averígüese esto, y enséñese en consecuencia". Ahora bien, de este pensamiento, surge una interrogante: ¿Cómo saber lo que el alumno ya conoce si no se le permite mediar con su situación de aprendizaje desde un paradigma epistémico del saber que dirija su atención hacia las facultades humanas de todo individuo, en ese valor significativo de aprender desde la interpelación del propio conocimiento y no la asimilación del mismo donde el estudiante se le permita formular inquietudes antes de emitir respuestas sobre aquello que no conoce? No es sólo descubrir el conocimiento, sino que el alumno sepa lo que está revelando para su propia existencia.
La educación venezolana, especialmente en la III Etapa de Educación Básica, tomando como referencia contextual la U.E Monseñor José Luís Castellanos, asciende sus funciones en el trapecio reductor cuantitativo de un accionar formativo donde la conquista del saber se logra a través de la suma de informaciones insustanciales para el alumno, donde conocimiento equivale a “cantidad y no calidad”; a “asimilación de hechos” y no “confrontación de ideas” a “receptor de mensaje” mas no “interpretante del mismo”; a “homogeneidad del pensamiento” y no “complejidad de pareceres” a “cuadrículas de asignaturas” y no “integridad disciplinarias”.; en síntesis, donde el asombro; la incertidumbre, la interpelación dialógica, la producción y exploración investigativa, el debate compartido de saberes; la interrelación recíproca de áreas temáticas.; entre otros aparecen como notas obviadas al pie de página de un capítulo positivista arbitrario en que el estudiante es considerado un ser domesticado por un sistema hermético que no da cabida al conocimiento epistémico del saber, sino al fortalecimiento de la ignorancia, a ese estado de llenura que se vanagloria por formar estudiantes que saben más de lo que menos conocen; por reiteradamente improvisar respuestas sin someterla a la crítica, tiempo y ocasión pertinente para refutarlas o aseverarlas desde una perspectiva analógica, epistémica –por el contrario- los estudiantes sólo se enfocan en lo que pide o exige el docente sin declamar lo que exigen o requieren para ellos mismos.
Es así como a pesar de las múltiples teorías surgidas en pro de un aprendizaje menos ortodoxo, la enseñanza tradicional sigue siendo la columna vertebral de resistencia al cambio en nuestros andamiajes formativos; el pedestal de un saber retrógrado, insustancial, predecible y anecdótico donde los alumnos no llegan a comprender el propósito de su formación académica como tampoco muestran interés, disposición por aprehender las nuevas informaciones o contenidos temáticos prestos para su debate y confrontación formativa porque aún se avala un modelo constructivista tergiversador donde se parte de lo que sabe el estudiante sin percatarse, primeramente, qué es aquello que conoce o desconoce de su propia condición humana y cómo podría aplicarlo, trasladarlo, confrontarlo, buscar algún tipo de respuestas a sus interrogantes en conformidad con su experiencia de aprendizaje cotidiano; la que trasciende en analogías los linderos de una escuela convirtiéndose en un hecho significativo para él porque aborda su ser y esencia; el aquí y ahora sin evocaciones de pasados caducados.
En consecuencia, la educación hoy en día presenta una realidad modeladora, binaria, dualista, en la que no existe otra forma de concebir el mundo desde una perspectiva menos convencional que no sea aquella en la que el conocimiento es inmutable y los caminos para llegar hacia él se difuminan en rutas de saberes inconexos, dogmáticos, unilaterales donde la razón, la crítica, la reciprocidad, ese ir más allá de lo aparente, pierde su brújula y cauce de destino con el fin de lograr que la multiplicidad de interpretaciones se haga presente en cada ser y persona cognoscente, mas no el calco, la reproducción de opiniones tergiversadas que operan en nuestras sociedades como únicas e imperecederas porque aún no se conocen otras formas de abordar el conocimiento que no sea a través de teorías, doctrinas e ideologías fundadas para evitar el cambio, la transformación de una manera de pensar contradictoria.
Es así como el estudiante no encuentra una razón de ser a su hecho formativo porque no se le invita a participar del mismo subestimando su competencia y actuación reflexiva. Dentro de los parámetros positivistas, el conocimiento es una parcela de información estadística (el individuo es un dato científico; no sujeto cognoscente) una suma de saberes archivados en distintas áreas y/o disciplinas incomunicadas entre sí porque su complejidad epistémica; esa interrelación de circunstancias que explican una realidad total de hechos sin abordarlos de forma separada, se halla extinta en la conciencia de muchas personas quienes construyen su propio conocimiento partiendo de lo que otros dicen o creen saber al respecto, de una realidad en apariencia sensible y no en racionalidad inquirente, reveladora.; de un modelo a seguir que sólo recluta individuos funcionales dispuestos como máquinas a garantizar el acceso operario a una gama de saberes teóricos y no prácticos, donde el mundo se concibe tal y como no es, sin un qué, cómo, porqué y para qué me sirve esto que aprendo en la vida cotidiana. La educación aún no ha trascendido los linderos de un salón de clases direccionando el conocimiento en cuatro paredes donde todos los saberes, tanto el que imparte el docente como el que recibe mas no interpreta el estudiante, se forjan allí, dentro de una parcela instructiva que no evidencia integración alguna con la realidad externa, ese contacto empático con la comunidad atendiendo sus intereses y necesidades; encontrando una razón de ser epistémica, holística, comunicativa, analógica, a su situación de aprendizaje. “Saber conocer” y no “conocer por conocer” es o debería ser la consigna de todo individuo que espera algo más de lo que aprende.
Para contrarrestar tales falencias formativas, se propone que el conocimiento, desde nuestras aulas educativas y fuera de sus linderos académicos –entiéndase- vida cotidiana, no sea abordado desde esa realidad dualista conductismo/constructivismo, donde el segundo surge como ventura del saber mientras que el primero cae en las desgracias obradas por la doxa. ¿No será acaso que hubo cierta tergiversación de los tratados conductistas precisamente porque no se le abordó desde una perspectiva filosófica, epistémica, sino desde la creencia, el mito de las cavernas positivistas? He allí la interrogante y gran falacia de nuestro milenio: la aseveración de creencias falsas, desdobladas y no la justificación epistémica del saber por el saber mismo, por la búsqueda de una verdad validada por la producción de conocimiento y no falsificación del mismo.
Por consiguiente, se plantea que todo acto de conocer, explorar, discernir sea debatido desde un escenario epistémico donde la razón obre desde la confrontación de ideas, la crítica, la refutación, el descubrimiento –inclusive- la propia ignorancia, pero ésta última entendida como el estado de vacío que hay que llenar mediante la participación y no sumisión del pensamiento; a través de la producción y no repetición y/o asentamiento de pareceres globalizados, segmentados, donde el individuo tenga oportunidad de participar en su situación de aprendizaje no sólo desde la perspectiva académica, sino también filosófica encontrando una razón de ser a su hecho formativo para la vida misma, para entenderse e interrelacionarse en el hacer y hacerse con el prójimo. En síntesis, que la escuela no sea sólo un espacio destinado a la información, al estudio, a la consulta enciclopédica, sino también a la comunicación, reflexión e investigación desde lo que piensa, siente y pueda expresar el estudiante, no desde lo que el docente dicte como verdad irrefutable sino desde lo que el alumno pueda comparecer al respecto. Desde esa posibilidad se podrá hablar de un conocimiento verdaderamente epistémico, que rompe paradigmas, donde la educación sea un camino hacia el desarrollo e invención de nuestras sociedades y no el retrógrado mirar de un presente disfrazado de progreso reincidente.

BIBLIOGRAFÍA
AUSUBEL, D et all (2001) Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. México D.F. Ediciones Trilla.

martes, 2 de junio de 2009

EL HOSPEDAJE DE LA IMAGINACIÓN...


La página web: http://cuentosparadormir.com/ es el espacio ideal para acceder a un compendio de cuentos breves infantiles puestos a nuestra disposición para estimular el interés de nuestros niños hacia la lectura y, especialmente, para encontrar y reencontrarse con ese universo de fantasías donde sus personajes y acciones nos dejan una lección de vida; nos invitan a reflexionar y a compartir nuestras experiencias cotidianas indentificándonos con las vivencias y creatividades de los más pequeños.

Los invito a jugar con los cuentos, a emplearlos dentro y fuera del aula de clases y, en especial, a dejar volar la imaginación de nuestros niños invitándolos a crear sus propias historias y los aprendizajes que habrían de obtener significativamente.

LA LITERATURA: EPICENTRO REFLEXIVO DE LAS COMPETENCIAS Y ACTUACIONES ESCOLARES

“En literatura no hay temas buenos ni temas malos, hay tan sólo temas bien o mal tratados”
Julio Cortázar (Escritor argentino)


Las impresiones de Umberto Eco, como crítico, lingüista y ensayista literario no dejan de sorprenderme. Cuando manifiesta “no adoptar posturas apocalípticas” en relación con el poco o agotado abordaje cultural de nuestro digno amalgama literario, especialmente en el campo social y humanístico, sencillamente está dejando entrever como telón de fondo de esa gran escenificación sociocultural que representa la labor y vocación docente, que no debemos alarmarnos por los cambios vertiginosos de nuestro avivado presente; esa extraña contemporaneidad que no se corresponde con el pasado clásico de otras latitudes y épocas, donde la experiencia lectora era pergamino de prestigios, modismos y erudiciones preceptoras (Enfoque academicista). Sin embargo, a nuestro presente, único e irrepetible, debemos prestarle suma atención en cuanto al llamado ponderoso de innovar, actualizar, nuestras estrategias de enseñanza haciéndolas cada vez más interesantes, motivadoras y participativas para el educando; contextualizándolas en todas las áreas del conocimiento intelectual y científico -sobre todo- en nuestro accionar magisterial y pedagógico, toda vez de concebir la literatura como cuna de experiencias culturales, históricas, reflexivas; estandarte de juicios y discernimientos pertinentes.
¿Cómo enseñar literatura en un mundo donde el andamiaje audiovisual lleva la batuta? Esta interrogante nos conduce a otra disyuntiva: ¿Vale la pena enseñar la literatura o, mejor dicho, tratar de que el estudiante se acerque a ella deshaciéndose de esa visión retrógrada y tergiversada de hallar en sus cimientos todo un espiral elitista sostenido de dogmatismos, redundancias y falencias? Si como docentes nos conformamos con las premisas filológicas que dictan las academias; el impulsivo desinterés experimentado por los estudiantes o la obstinada empresa de cambiar el actual contexto social sin antes tender un puente estratégico entre el hecho literario y los contenidos informáticos, tecnológicos y audiovisuales prestos al medio situacional vivenciado actualmente, entonces habríamos de aceptar nuestro fracaso como educadores, nuestra debilidad para hallar la solución a esta problemática en vez de seguir siendo partícipes de la misma, multiplicando nuestras propias dificultades y/o limitaciones, conformándonos con lo que predican como recetarios los textos escolares tradicionales, sin estimular al alumno a reflexionar sobre su situación de aprendizaje y mucho menos mostrándole el cómo, porqué y para qué es imprescindible leer en estos tiempos donde la imagen cenestésica, los programas banales; la música irreverente, entre otros inundan nuestras experiencias sensoriales. Todo ello, forma parte de esta nueva generación de niños y jóvenes estudiantes que ya no se asombran ante cualquier cosa; que los textos escolares les aburren cuando disponen de otros medios mucho más entretenidos y reveladores. Entonces, no es cuestión de culpar nuestra realidad inmediata, añorar la pasada y estigmatizar la literatura de prerrogativa, difícil y excluyente, sino de intentar entender que la experiencia lectora no comprende sólo el abordaje de paradigmas retóricos y gramaticales, de textos clásicos o aquellos considerados boom de la literatura universal. No existe mala o buena literatura porque cualquier tipo de categorización pierde validez en el terreno ideológico, interpretativo, de discernimiento y reflexión cultural que cultiva y cosecha la historia y crítica literaria. La verdadera experiencia lectora se halla en su esencia estética, receptiva, contrastable, en la cual leer el Ulises de Joyce o las Crónicas de Nardia no me hacen más o menos sabia que otros; menos o más ignorante que ninguno.; debemos tener siempre presente que leer es un acto personal, meditativo, intencional y voluntario, donde el espíritu del lector explora todos los senderos ocultos, profundos y enigmáticos que guarda el texto; descifrando sus secretos; yendo más allá de lo que exteriorizan las palabras ya contadas. Por tanto, leer debe ser y hacerse por placer, con una visión ficcional, novata y aventurera. Recordemos que las experiencias gratas son las que fácilmente evoca nuestra memoria y resultan verdaderamente significativas al momento de advertirlas, recrearlas en nuestros estudiantes.



ATAMAICA MAGO

1ER ENCUENTRO: "JUNTOS FORMAREMOS LECTORES"

Invitados especiales:

  • Fanuel Hanan Díaz (Editor y especialista en libros para niños)
  • Alicia Montero (Docente e investidora en Literatura Infantil)
  • Fedosy Santaella (Escritor)
  • Elvia Silvera (Escritora y promotora de lectura)

LUGAR: Hotel Krostoff, Avenida 8, Santa Rita.

FECHA: Martes e de junio de 2009

HORA: de 2:00 pm a 5:30pm

Pra mayor información, comuníquese a los siguientes números telefónicos: (0261) 736 28 26 / 32 23

ahurtado@santillana.com.ve

UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE COMPRENSIÓN LECTORA

“Leer” significa acceder a un mundo de realidades compartidas donde el juego de las palabras posee significado contextual y lingüístico: es un acercamiento comunicativo del lector al texto; de las palabras hacia su conciencia inventiva organizando la información que considere relevante, decodificándola, discerniendo sobre sus indicadores significativos a través del método analógico y de abstracción para luego almacenarla en la memoria con la finalidad de evocarla en la ocasión que así lo amerite porque dicha información la ha deconstruido pertinentemente.
Por tanto, leer no es sólo memorizar datos, reproducir ideas o aprehender las normas gramaticales de la sintaxis en párrafos, frases u oraciones donde se evidencie el uso correctamente institucionalizado de los signos de puntuación –por el contrario- leer es un operación intelectual reflexiva que incita las competencias comunicativas de los sujetos lectores en una acción de reinterpretar el contenido expreso del texto ahondando sobre sus temas implícitos mediante la crítica, el ensayo piloto y lectura amena comparada, es decir, la reconstrucción intertextual de la información y complementación del área de conocimiento despertando así el interés y motivación de la audiencia lectiva a quien vaya dirigido el mensaje de su (s) autor (es). Leer es hacer un nuevo texto conforme a la visión hermenéutica de cada leyente, una amalgama de opiniones afines y contrastadas que encuentran un espacio en común de debate: la expresión interdisciplinar de ideas y retroalimentación de informaciones desde distintas posturas ideológicas.
Pero leer también es placer y distensión; jamás obligación y displicencia, ya que, si bien no todos leemos lo que nos gusta, también es cierto que leer sobre aquello que nos interesa estimula nuestras potencialidades cognitivas toda vez de expresar ideas en forma coherente, secuencial y desinhibida porque nos sentimos en sintonía con el texto, involucrados con sus palabras, embriagados con sus temas y acciones que ya no representan en nuestra mente el libro encuadernado en páginas enumeradas y compendios de capítulos..; el texto trasciende más allá del mensaje sobreentendido porque el autor no espera ser leído para ser comprendido, sino para que el lector pueda encontrarse a sí mismo siendo partícipe, coautor de una realidad prismática.
Leer, por tanto, es un proceso de andamiaje significativo donde mediamos, interactuamos con el texto. Es una forma de dialogar con él desentrañando sus enigmas, mostrándonos a favor o en discordancia con sus tratados, pero siempre abriendo espacios a la disipación de dudas que podrían tergiversan el canal real de interpretación del mensaje. Al texto hay que interpelarlo, generar interrogantes en torno al mismo sin validar o dar por sobreentendido la información que nos transmite porque las respuestas no siempre se hallan dentro del texto, sino en nuestra capacidad de discernir sobre sus temas ofreciendo otro punto de vista, otra lectura que generaría un nuevo texto versátil y complementario.
En tal sentido, leer no debe concebirse como un acto comunicativo escritor-mensaje-lector, puesto que, existen otras variables intervinientes que accionan el acontecer extralingüístico de los participantes desde una perspectiva semántica (significado) y pragmática (intencionalidad). Es así como leer implica extraer el significado relevante del texto con un propósito explícito o tácito (Informar, explicar, persuadir, argumentar, instruir, entretener…), todo ello tomando en consideración los conocimientos previos que tenga el lector sobre un determinado tema en correlación unívoca con la nueva información derivada de su experiencia lectora.
Comprender un texto no es sólo conocer lo que dice, sino complementar su información en saberes recíprocos y exploratorios, es decir, profundizando en los albores más intrínsecos del texto hasta llegar a la matriz de sus aciertos y desaciertos; de sus aperturas y obstáculos. Una sola lectura no basta, es necesario varias sesiones de lecturas y de ser posible remitiéndonos a la crítica comparada y al debate confrontado de ideas con la finalidad de disipar dudas reconstruyendo el meollo de incomprensiones surgidas cuando se lee sin basamentos sobre el tema, predispuesto a la disconformidad y apatía, por obligación o siguiendo los cánones del cuestionario donde el texto habría de convertirse en un formulario de preguntas y respuestas para llegar a comprenderlo dicotómicamente, ya que, el lector se convierte en un agente pasivo que no dialoga con el texto, sino que se halla claustrado al libreto adoctrinado, ortodoxo de leer para memorizar o calcar conocimientos redundados en puros saberes bibliográficos.
Es así como leer debería representar un acto deliberado, subjetivo, buscador de conocimiento y no modelador del mismo. Cuando invitemos a nuestros alumnos a leer comprensivamente, entonces estamos en la tarea de buscar estrategias didácticas de comprensión lectora que inciten el acercamiento paulatino del lector hacia el texto, sin repetir esquemas arbitrarios, unidireccionales que sólo conseguirían alejarlos de su quehacer inventivo, por ejemplo, cuando los obligamos a leer por asignación o por cumplir con un contenido programático de una asignatura y/o cátedra de estudio.
Por ello, es necesario salirse de la planificación en virtud de cambiar las maniobras de aprendizaje sin evadir una lectura asignada, pero con la salvedad de buscar los medios para que el estudiante se familiarice armónicamente con el texto. Asimismo, no enseñemos a nuestros alumnos a leer dirigiendo su atención excesiva hacia la forma (procesamiento ascendente: entonación, articulación de las palabras, cuidado esmero de os signos de puntuación), sino también hacia el contenido (procesamiento descendente: ¿qué leo; porqué leo; qué busco; cómo me encuentro; cuál es su importancia; qué mensaje explícitos o tácitos he encontrado durante mi recorrido lectivo; cuáles han sido los obstáculos o resoluciones que he encontrado; qué aportes puedo validar para complementarlo; cuál es mi impresión hacia el mismo; qué dudas han surgido entre frase y frase; párrafo a párrafo; qué puntos de vista he revalidado o cuáles refuto abiertamente…?). Cuando leemos para ataviar nuestra intervención oral con el propósito de complacer a la audiencia, nos olvidamos de interpretar simultáneamente el contenido implícito o diferido del texto, puesto que, nuestro interés desatinadamente se dirige al “cómo decirlo” y no al qué, porqué y para qué leo” un determinado mensaje si su contenido informativo lo he desbancado u omitido sólo para hacerlo más audible aunque no lo comprenda del todo. Se evidencia, pues, una lectura ciega a la comprensión y sorda a toda maniobra interpretativa.
En relación a lo anteriormente descrito, cabe mencionar que el acto de leer implica enriquecer nuestro repertorio lexical a medida que vamos descubriendo palabras, sus significados y funciones en contextos sociales determinados. Recocer una palabra en su uso conlleva a acceder directa o indirectamente a una biblioteca mental donde se encuentran archivados todos aquellos vocablos familiares o extraños; fáciles o difíciles de leer, pero que seguimos conociendo y aprehendiendo conforme practiquemos y actualicemos nuestras competencias lectoras.
En conclusión, existen cuatro componentes esenciales en el proceso interactivo de experiencia lectora:
· Comprensión: proceso intelectual que consiste en abstraer el conocimiento como función simbólica de palabras y frases donde se crea y recrea una imagen mental de lo escrito relacionándolo con las experiencias pasadas. (Significación estructural o sintáctica).
· Interpretación: el lector expresa una opinión a favor o en disconformidad con los postulados del autor. Esta fase se manifiesta a través de las experiencias previas, lecturas comparadas, análisis crítico, entre otros.; que el lector haya extraído de sus propias inferencias o generalizaciones.
· Reacción: actitud íntima del lector hacia el texto; cómo ve y dilucida sus palabras; qué sentimientos ha provocado o removido en el lector; cómo coteja la información recabada; a qué conclusiones deriva; cuáles fueron sus expectativas o desencantos, entre otros.
Por consiguiente, Leer no es más que el encuentro de dos cosmovisiones sensoriales: las palabras del texto y el sentir del lector hacia el mismo: integrando vivencias, expresando ideas e innovando las experiencias de cada interpreté e interpretante del mensaje lectivo.