BIENVENIDOS

Para los amantes del arte, de la producción, contribución, el sentir, la reciprocidad.; el propio manifiesto de las palabras, su hacerse contemplativo y la lectura de ideas. Un espacio para encontrarse, reencontrarse y perderse en el retorno. Un lugar ideado para la expresión sin condicionamientos ni tabúes...

lunes, 9 de agosto de 2010

http://www.veoverde.com/

TRINIDAD NOCTURNA. (Camyla) I PARTE




Nocturna. La silueta de la noche descansa sobre tus pechos; en las hieles de tu cuerpo que tiemblan por el verter de la sangre; del llanto evaporado en la oscuridad de tus ojos ciénagos al ruego de tu propia mordaza, a la gélida tortura de tus labios, a la celosa orfandad del silencio desvaneciéndose en las llamaradas de tu piel; en los aullidos del desván de tu vientre, de tu boca que marca el horizonte perdido de mi obnubilado devaneo y extradición de conciencia.

¿Qué es el tiempo sino la inversión de las ansias; el ronquido de los sueños? Qué eres tú sino la invención de una realidad en sombras; de las criaturas que descienden lentamente hacia la misericordia de tus pecados; de la santidad de tu trono -égida de gemidos- que aposenta la alcoba de tus desvirgados pudores; de las aguas que corren dentro de mí cuando el río brama entre tus piernas; lóbrega ceguera que reconoce el albor de mis músculos contraídos; el milagro protervo de escuchar con mis sentidos el exorcismo de tu voz alejándose hacia otro puerto de olvido; faz de muerte que desvía el rumbo haciéndose cenizas; ímpetu, secreción, orgasmo.

Clavo el ancla de dientes que rechinan de placer, de goce, mientras arribo a tus nalgas con una demencia que no me pertenece apenas despierta de su tórrida cordura. Carcomo tu desnudez en mi memoria; en mi exilio de nombres bautizados por tus ausencias; en ese largo tropiezo de mi andar, de huellas ufanadas en el anclar de mis fatigas; en ese hondo exhalar de tu esencia transpirada.

Erosiona mi semen mientras perforo tu secreto y acomodo en las ánforas de sus pliegues los desvanecimientos a los cuales correspondo dócilmente. Vuélvete invisible en pesadillas, en imágenes que postren mi credo en la deidad de tu vulva, de tu carne abultada de placer, de goce perturbado al fallecimiento. Draga mi deseo eréctil multiplicando los ecos de tu partida, la inmovilidad de tus desplantes, de tus fugas siniestras que retienen la estremecedora fe de mis ganas vorágines. Sacude los espectros que arrinconan mi cuerpo e invítalos a la orgía de lenguas que buscan beber el cáliz de sus santas trasgresiones.

Camyla inédita, Camyla póstuma, Camyla desfigurada, irreconocible. Camyla que abre senderos pretéritos, bestias que alucinan el trono de tu saliva en cascadas de mandíbulas demenciales. Escucha los clarines mortuorios que anuncian tu profecía, mi deseo emborrachado en posesiones; la tristeza que derroca en mis sienes esculpiendo un mausoleo de aruños cincelados por todo mi cuerpo; en las cicatrices de mi escritura donde el tiempo no existe o sólo es –quizá- la referencia de una historia que improvisa la muerte mientras ausculta la existencia jadeante de un corazón flagelado. Camyla de un nirvana dormido y un abismo pernoctándose en mi alma arcillada; vigilia de siestas fugaces que retornan, nuevamente, al vértigo tallado de mutismos donde alguna vez fui sepultado.