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Para los amantes del arte, de la producción, contribución, el sentir, la reciprocidad.; el propio manifiesto de las palabras, su hacerse contemplativo y la lectura de ideas. Un espacio para encontrarse, reencontrarse y perderse en el retorno. Un lugar ideado para la expresión sin condicionamientos ni tabúes...

domingo, 8 de enero de 2012

Reseña de la obra Miedo, Pudor y deleite, del escritor venezolano Federico Vegas



"Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos"
Fernando Pessoa

No hay invento arquitectónico más útil que una carpa. Esa lona extensible que arropa un espacio determinado del suelo. Una cubierta sujeta a los amarres de la tierra para tensar los pensamientos contra los efectos del sol alucinado y la noche que atenaza los sueños con sus plagas y vendavales insomnes. Más que su estética configuración, su arqueo de expansiones y las dimensiones a escalas condicionadas por el número de ocupantes que habría de alojar o vaciar (se), la carpa ofrece una ventaja que ningún otro recinto podría garantizar: la capacidad de cerrarse, desmontarse, mudarse de un sitio a otro convirtiendo a sus huéspedes en peregrinos errantes alistados para otro viaje que se transforma en otro vano empeño por escapar del sentimiento de orfandad y extradición que acompaña a quien pisa territorio ajeno y no sabe cómo manejar su propia libertad, su desconocimiento del mundo y la refracción de un tiempo que ya no le pertenece.


Así, el boleto, el pasaporte, el tranvía de la propia vida se convierte en un camarote laberíntico donde se exilian las oportunidades acogiendo lo irremisible. Una memoria que conduce hacia un túnel con el olvido probando su estación para el arrepentimiento. Y la salida se halla en el movimiento, en la partitura del tiempo, en abandonar el estado de inercia cuando la angustia se perfila como un confesionario de reproches en el cual sus protagonistas ensayan continuar adelante con el costal de la desconfianza a cuestas, con el desaliento de una unión menopáusica, precozmente desgastada por esas histéricas escenas de “marido y mujer” de impotencias marchitas, acartonadas.


Y como la carpa es un viaje compacto, transitorio, así La novela Miedo, pudor y deleite del escritor venezolano Federico Vegas (Alfaguara; 2007), nos entrega una memorable historia de des-amor donde la cotidianidad no es ese típico lugar común de la vida conyugal surcada de monotonías, sino la mascarilla de un matrimonio que se consume en el hastío de flamear a contra viento esas promesas bifurcadas por la senda del egoísmo y el faro de sus contables desconciertos, en el que dos jóvenes –Fernando y Bernarda- deciden huir de la desidia causada por el peso de las hipocresías para refugiarse en una segunda luna de miel con destino a la ciudad de Madrid en cuyo paraje de hospitalidades extrañas el amor comenzará a destilar su prodigioso veneno desde el desfiladero de un taxi que obra como ambulancia hasta llegar al Paseo La Castellana donde la escena de un asalto le pondrá punto y final al engranaje mudo y oxidado de su perfecto matrimonio. Un viaje cuyo propósito reconciliatorio es estrangulado por el itinerario turístico de una amante que con caricaturesco eufemismo es llamada por Fernando su “socio” y quien será la encargada de redactar, a través del ejercicio creativo del despecho originado por el desaliento de sobrevivir a la clandestinidad de una pasión menguada, una carta dictada por la complicidad de una revelación que se presenta en un cuarto de hotel acondicionado para la renuncia o despedida.


Un desplazamiento que sólo acentúa el plomo de la tragedia cuando partir o retornar significa mediar con la culpa y el perdón en reversa; anclar en las premoniciones del fracaso, en la sumisión del miedo; el descontento de la venganza, el reconocimiento de una infidelidad que ha perdido el don del espasmo, la perplejidad causada por la deslealtad de ese espejismo creado como oasis del otro; el credo de la seguridad sin altares o velas de luto, la histeria revelada como anzuelo de la mentira.; en síntesis, la renuncia a ese signo comunicativo, a esa hernia amorosa pactada entre dos seres que sortearon los deslaves emocionales de su convivencia apostándolo todo al trance de la distancia, a ese trayecto proxémico que va del corazón al extravío olvidando que la humillación -ese desgarre victimario de los afectos- también forma parte del equipaje y las migraciones tectónicas de esa vida en pareja que con puños cerrados y semblante nebuloso se cobra el nocaut imaginario de rencores diferidos.


El autor construye con una prosa expectante, pulida, colmada de súbitas sentencias; de diálogos inteligentes manejados con sutileza discursiva; de frases resonantes animadas por las anécdotas de la experiencia y los registros emocionales evocados por la conciencia sensible, un relato que traiciona los secretos de alcoba de una pareja que desde su unión marital comienza a refrendar la búsqueda de su independencia; su disonancia de sentires, su tedio e insatisfacción por la convivencia y vida hogareña que no posean antecedentes pasionales compensatorios; con el reclamo a destajo por parte de Bernarda de una emancipación carnal que, paradójicamente, sólo conseguiría aletargando el divorcio, dándole cuerda al reloj biológico de la ruptura; posponiendo lo quebrantable, mediando entre máscaras de tolerancia lo que tarde o temprano alcanzaría su punto de estallido: una fidelidad con remordimientos.


“…Lo bueno de esos principios sin aristas, compactos y redondos, es lo fácil que resulta patearlos bien lejos” Y el amor, como una carpa, se extiende y repliega; se usa con fines pragmáticos; se almidona de porvenires y luego se engaveta en la memoria de unos corazones que se sirven como estetoscopio y armario de la infelicidad ya liberada.


Una obra que vale la pena leer; que como las buenas exhalaciones narrativas destila la efervescencia nostálgica y reflexiva de una historia sin paréntesis ni soluciones.


Federico Vegas (Caracas; 1950). Se graduó de arquitecto en 1976 en la Universidad Central de Venezuela. Ha sido profesor de Diseño Arquitectónico en la UCV, profesor de Diseño en Princeton University (1983) y visiting scholar en Harvard University (1995). Ha publicado libros sobre Arquitectura: El Continente de Papel (1984), Pueblos (1979-1984-1986), Venezuelan Vernacular (1985), La Vega, una casa colonial (1988), así como también en literatura con El borrador (1996); Amores y castigos (1998); Prima lejana (1999); Los traumatólogos de Kosovo (2002); Falke (2005); Historia de una segunda vez (2006); La carpa y otros cuentos (2009); Sumario (2010). Colaboró en la columna de arquitectura del periódico El Nacional desde 1994 hasta 1999. Ha diseñado viviendas unifamiliares y conjuntos multifamiliares en su oficina de arquitectura y se destaca por ser un prodigioso crítico y ensayista cultural.

La infancia del tiempo...