Las deidades de tu nombre
invocan la esfinge de otros cuerpos
la llama virgen de tu silencio cóncavo;
unos ojos inhalante de viejos auspicios
prédica inmortal de tus deseos infértiles.
La llama finge desconsolada tu ausencia
abrasar el consumo voraz de tus señales
conjurar tus oficios en vorágines lenguas
de una ciudad hastiada de rostros burdeles
que hacen de tu cuerpo cariátides de sombras.
Sabía cobijar el desierto y oasis de tu sexo
fecundar tu presencia extinta y alejada;
esa ofrenda pagana de temores vacíos;
obnubilados de retornos y despedidas yermas.
El tiempo conspira a dos aguas aztecas (…)
una historia que calcina huellas insolentes,
termales sin cauce; en afluente olvido,
labios gimiendo el exilio de tu saliva,
savia adosada en tu piel profanada;
agitándose al transpirar de tus tangos y vaivenes.
La intrusa toca la puerta ataviada de fantasmas,
Alcalá que abre soñoliento sus antojos;
la espera en el sofá, el descorcho del vino
copas vertidas emborrachándose en un tiempo
que brinda a la salud sobria de un presente anónimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario