BIENVENIDOS
martes, 29 de diciembre de 2009
Por allá va un 2009...
Trazar metas es casi una redención ineludible cuando se acerca un final de año y un comienzo de otro al mejor estilo de “volver a empezar” con la mente abierta y quizá clarividente a cambios, pronósticos, aciertos y desatinos que nos ha tocado y tocará reflexionar como curso dactilar de nuestras vidas y, como buen vídeo clic rodado en cada uno de nosotros, hacemos una revisión de lo que pudimos lograr durante este transitar 2009 y los proyectos rezagados, pospuestos, excusados, omitidos, olvidados y demás panfletos que por variadas e indistintas razones no alcanzamos apoyándonos en la noble convicción de que mientras exista un presente, increíblemente el futuro se seguirá escribiendo porque lo que toca es hoy y el mañana pasando la página.
No soy partidaria del destino; no creo en eso de que tenemos una butaca reservada en el anfiteatro del mañana. Mientras más planes armemos para un porvenir insospechado, más irá creciendo la frustración por no haber podido alcanzar aquello que esperábamos tanto. Muchos se preguntarán ¿qué nos detiene en alcanzar nuestros sueños, anhelos y demás aspiraciones? Y es paradójicamente esa idea de lo que vendrá después saltándonos la alambrada del presente; buscando atajos engañosos que omiten los paisajes de ensueño y relieves asombrosos de esa gran cordillera que connota y denota
cada existencia porque la vida no es ir del punto A al B; esa monotonía de lo siempre advertidamente enrejado.
Creo en una conjugación actuante; en la que palpita mientras me llevo la mano al pecho y la escucho como un relámpago. Creo en lo que soy hoy; en lo que he hecho y dejado de hacer; en lo que haré mientras ya lo estoy haciendo; en las derrotas más que en los triunfos; en lo que pierdo cuando lo encuentro súbitamente; en lo imprevisible; en la causalidad de la esquina; en la gente que voy conociendo; en el pasaje sin boleto; en un 2010 sin pronósticos; en la sensación al respiro; en el suspiro del otro; en ese lado mío que aún no conozco y otros me relatan mientras sirven unos tragos o ríen en un café..; pero por sobre todas las cosas, creo, confío, participo, alego, que este nuevo año que ya comenzó en el sentir de muchos de nosotros sea de petición y no de ruego; sea de convicción y jamás cobardías porque todo comienzo figura una esperanza; porque cada emoción es un nacimiento.
¡¡¡FELIZ ALUMBRAMIENTO 2010 PARA TODOS USTEDES, VOSOTROS QUE HAN HECHO DE SUS VIDAS UN LEGADO EN LAS VIDAS DE OTROS!!!
A.M
lunes, 28 de diciembre de 2009
GRIEGA. VOLUMNE III
La cavidad de la noche
despierta huérfana de estrellas
la milonga que desciende su canto
en covertizo de llantos sordos;
la oscura levedad de su aurora
de tus ojos extrañados y dormidos.
¡Despiertas! porque el concilio
del sueño es más perverso,
porque tu risa abre las ventanas
donde se asoman tus sombras,
donde los fantasmas encienden velas
que fulgen almas marchitas
veladas en la funeraria de tu sexo
ausentes del riego de mi saliva.
El panteón está en ruinas
tu silueta ahora es un manto
desnudo,
oscuro,
terso,
sin melodías de roces.
Concilio ser el telón
que aguarde tus espasmos
tu recital disfónico
aplaudido en insominios.
GRIEGA. VOLUMEN II
vuelve a esta mar corpórea
que te cobija las entrañas
que lame el vientre empañado
de espumas silenciosas
Corre descalsa esas olas de pieles
que dominan el fibroso llanto
arrastrando la cruz de caricias
al sur erecto de climas infieles
vuelve, ¡oh retorna a tu partida!
a esa llama que vio pecarte
en mis manos,
en mi cuerpo
desvaneciéndose como demonios
en ocaso flagelo de lluvias
que retornan siempre a un final
detrás de las sombras y sus mármoles.
BIRTHDAY BLUE
Paso entre agujas cruzadas
tejiendo las entrepiernas.
Pasar mis uñas partidas
Al zinc oxidado de tu boca caliente;
Pasa la asignatura del tiempo
sin paréntesis del mundo sintáctico.
Pasamos a mi piel escabrosa
de años seudónimos al cuerpo.
Pase y siéntese en la espera
del lecho desnudo,
la copa ociosa
y el cigarrillo sonámbulo;
Pasemos y evitemos entonar la vista
cuando la lengua edite páginas en blanco.
Pacer al vientre cobijado de turnos
con velas de súbitos hospedajes.
Paséis a vuestros camerinos infieles
desembarcando los años del naufragio;
Y cuando la marea remonte su llanto
anclada a tu sexo; izada en su popa
¡Sonreíd! Porque el cristal de tu rostro
se empañará de libertades,
cuando ya no camines
encorvada a su joroba.
A.M.
EL SECRETO DE LOS FLAMENCOS
Título: El Secreto de los Flamencos
Autor: Federico Andahazi
Año: 2002
Editorial Planeta
“El color es un medio para ejercer influencia directa sobre el alma: el color es la tela, el ojo el macillo, y el alma es el piano con sus cuerdas”
Wasily Kandinsky
“Descubrir” es la condición ermitaña de quien albacea un secreto para luego ser develado sin la necesidad de escrutar sus orígenes. Es así como el esbozo de la vida se convierte en un lienzo calcinado en la hoguera de la impotencia; en ese prisma de colores cenizos que ciegan las dotes del artista al contemplarse en la farsa de hurtos y usurpaciones en la que el arte va adoptando el aspecto más exacerbado de la sumisa competencia.
La obra El Secreto de los Flamencos, del escritor argentino Federico Andahazi, comparsa, desde la inmediatez histórica del Renacimiento, los azares clandestinos de los artistas en sus faenas por alcanzar la cúspide de la posteridad desde la empañadura de los deseos virulentos. Es la etérea búsqueda del pintor perfecto sostenida por la idea de crear, moldear, afinar la técnica de la pintura desde la prohibición y clandestinidad; desde la corrupción, requisa y deslices eróticos donde los valores morales caen mordidos de asombros e inercias a través de ese tránsito extraviado de la abstinencia y ecos de soledad con los que habría de sobrellevarse el peso del fracaso sin la castidad de un tiempo ausente y tardío.
La obra refleja la estancia estética de una Italia sobrecogida por el ademán de descubrir el enigma disyuntivo que para aquella época calibraba toda producción pictórica: la primera, encauzada hacia la búsqueda del color en estado puro, cuyo dominio de brebajes, cantidades y pigmentos recae en los artistas flamencos representados por los hermanos Van Mander; la segunda, desenvainada en las fórmulas matemáticas del trazado, perspectiva y escorzo adjudicadas a los autores florentinos, éstos últimos representados por el maestro Francesco Monterga quien posee la destreza mas no la habilidad alquimista para poder expresar lo inusitado de las imágenes en estado real, animado: la expectación eréctil de la luz insubordinada al relieve de sus trazados. Por tanto, dar vida a una obra significaba un acto de técnica invertida: vestirla desde el boceto; desnudarla hacia el matizado de sus formas. De esa manera, el producto, su moldeo compensaban la impericia del pincel toda vez de librarse la lucha entre el acto creativo versus sí mismos.
El Secreto de los Flamencos tiende a una búsqueda en espiral, en escollos laberínticos, bajo la consigna del eterno retorno como fuente de inspiración que no naufraga su travesía. Un asesinato libera la trama; una restauración travestí se oficia como causal de todos los hechos. Entonces, la literatura, de la mano de Pietro de la Shiena, comienza sus andares amanerados en el oficio por descubrir que la belleza tiene un carácter ficcional monstruoso; que toda fundamentación del arte radica en una sordidez humana donde las hipótesis no descansan en tergiversaciones; donde la duda y el engaño resultan la llave que abrirá –o quizá forze- el portal de enigmas en el que la presencia de un retrato ha sido consumado: Fátima, la deidad de la muerte; la reencarnación de una verdad trastocada a ciegas, sin pudores que la sonrojen.
La sospecha siempre acompañará esta obra porque el arte se vanagloria de inmortalidades siniestras, de postraciones seudónimas y contextos desahuciados en donde lo predecible no tiene cabida; donde el artista reivindica sus aspiraciones desde una historia que comienza y termina con el letargo sexual de una identidad sorprendida en otro cuerpo insolente; un morbo secreto que conoce la traición de la pérdida, ese sentido de pertenencia que destilan las culpas ajenas cuando la recompensa no es la codiciada.
El Secreto de los Flamencos se halla oculto detrás de los lienzos hermafroditas teñidos de sangre; en un caballete de glorias sorprendidas por los laureles de sus esclavitudes y derrotas. Resta, pues, que el lector devele el acertijo quedándose con ese botín descorazonado de toda obra inconclusa, desechada. Todos los caminos conducen a desencontrarse.
ATAMAICA MAGO
domingo, 13 de diciembre de 2009
LETRALIA
Llovizna la almohada de tu inocencia
bañada en llantos de fluidos viscosos;
agitando las sábanas de un insomnio
condenado al desahogo de tu partida.
Soñar que cada gota de charco vaporado
se esparce en el cuerpo del que yace fallecido;
putrefacto a la amnesia de una memoria insolente
que condiciona el verbo antes de ser proferido…
Soñar que el despertar es otra aurora manifiesta
que oscurece el infarto de un amor clandestino;
resignado a desertar mientras otras bocas se acercan
a la victrola de mi garganta que escupe pesadillas.
Soñar ¡Oh enaltecer la resaca de los dioses!
Vergel embriagado de rostros
flagelados,
colgantes,
persignados;
domesticados a perderse en la vigilia
de los que anclan en la pena de sus muelles cobardes.
Soñar que en esta madrugada ya no existes
que sólo fuiste el desvarío de lo que el llanto
siempre anhela;
soñarte mientras descalza hiere la muerte
postrada en el diván cimentado para otros soñadores…”
A. M.
POST MORTEM
POST MORTEM
Quiero enterrar mis lágrimas en tus pechos sudorosos;
Olfatear el cobertizo de laureles
por donde pasa tu sexo
en procesión sonámbula.
Quiero hundirme en tus ojos; anclar en tu boca
los restos de tu piel bañada en salivas;
quiero embalsamar tus partidas;
construir un mausoleo en andares fallecidos;
esparcir la arena del tiempo tras las huellas
de mis destemplanzas y borracheras;
quiero hacerme coronas de espinas;
crucificarte al jadeo de esta pasión que truena;
de esta erección convertida en llamas aulladas;
quiero entregarte la última rosa caída;
la marchita fe de la espera yerma en orgamos;
quiero despedirte; bajar las persianas de mis lenguas
fumar el último hálito de una imagen vencida
al festín de la muerte que te reclama celosa.
Y Después de tu funeral;
cuando te halles ausente;
quiero emborracharme,
vomitarte en vinos baratos
exhumarte; despojar tu cadáver;
Juzgar tu cordura redimiendo mis demencias
Y como Aquiles, enlazarte a esta cólera
que brama tempestades, mientras sonrío
Ciegamente.
A.M.
EL SECRETO DE LOS FLAMENCOS
Título: El Secreto de los Flamencos
Autor: Federico Andahazi
Año: 2002
Editorial Planeta
“El color es un medio para ejercer influencia directa sobre el alma: el color es la tela, el ojo el macillo, y el alma es el piano con sus cuerdas”
Wasily Kandinsky
“Descubrir” es la condición ermitaña de quien albacea un secreto para luego ser develado sin la necesidad de escrutar sus orígenes. Es así como el esbozo de la vida se convierte en un lienzo calcinado en la hoguera de la impotencia; en ese prisma de colores cenizos que ciegan las dotes del artista al contemplarse en la farsa de hurtos y usurpaciones en la que el arte va adoptando el aspecto más exacerbado de la sumisa competencia.
La obra El Secreto de los Flamencos, del escritor argentino Federico Andahazi, comparsa, desde la inmediatez histórica del Renacimiento, los azares clandestinos de los artistas en sus faenas por alcanzar la cúspide de la posteridad desde la empañadura de los deseos virulentos. Es la etérea búsqueda del pintor perfecto sostenida por la idea de crear, moldear, afinar la técnica de la pintura desde la prohibición y clandestinidad; desde la corrupción, requisa y deslices eróticos donde los valores morales caen mordidos de asombros e inercias a través de ese tránsito extraviado de la abstinencia y ecos de soledad con los que habría de sobrellevarse el peso del fracaso sin la castidad de un tiempo ausente y tardío.
La obra refleja la estancia estética de una Italia sobrecogida por el ademán de descubrir el enigma disyuntivo que para aquella época calibraba toda producción pictórica: la primera, encauzada hacia la búsqueda del color en estado puro, cuyo dominio de brebajes, cantidades y pigmentos recae en los artistas flamencos representados por los hermanos Van Mander; la segunda, desenvainada en las fórmulas matemáticas del trazado, perspectiva y escorzo adjudicadas a los autores florentinos, éstos últimos representados por el maestro Francesco Monterga quien posee la destreza mas no la habilidad alquimista para poder expresar lo inusitado de las imágenes en estado real, animado: la expectación eréctil de la luz insubordinada al relieve de sus trazados. Por tanto, dar vida a una obra significaba un acto de técnica invertida: vestirla desde el boceto; desnudarla hacia el matizado de sus formas. De esa manera, el producto, su moldeo compensaban la impericia del pincel toda vez de librarse la lucha entre el acto creativo versus sí mismos.
El Secreto de los Flamencos tiende a una búsqueda en espiral, en escollos laberínticos, bajo la consigna del eterno retorno como fuente de inspiración que no naufraga su travesía. Un asesinato libera la trama; una restauración travestí se oficia como causal de todos los hechos. Entonces, la literatura, de la mano de Pietro de la Shiena, comienza sus andares amanerados en el oficio por descubrir que la belleza tiene un carácter ficcional monstruoso; que toda fundamentación del arte radica en una sordidez humana donde las hipótesis no descansan en tergiversaciones; donde la duda y el engaño resultan la llave que abrirá –o quizá forze- el portal de enigmas en el que la presencia de un retrato ha sido consumado: Fátima, la deidad de la muerte; la reencarnación de una verdad trastocada a ciegas, sin pudores que la sonrojen.
La sospecha siempre acompañará esta obra porque el arte se vanagloria de inmortalidades siniestras, de postraciones seudónimas y contextos desahuciados en donde lo predecible no tiene cabida; donde el artista reivindica sus aspiraciones desde una historia que comienza y termina con el letargo sexual de una identidad sorprendida en otro cuerpo insolente; un morbo secreto que conoce la traición de la pérdida, ese sentido de pertenencia que destilan las culpas ajenas cuando la recompensa no es la codiciada.
El Secreto de los Flamencos se halla oculto detrás de los lienzos hermafroditas teñidos de sangre; en un caballete de glorias sorprendidas por los laureles de sus esclavitudes y derrotas. Resta, pues, que el lector devele el acertijo quedándose con ese botín descorazonado de toda obra inconclusa, desechada. Todos los caminos conducen a desencontrarse.
martes, 25 de agosto de 2009
GRIEGA. Volumen I
Las deidades de tu nombre
invocan la esfinge de otros cuerpos
la llama virgen de tu silencio cóncavo;
unos ojos inhalante de viejos auspicios
prédica inmortal de tus deseos infértiles.
La llama finge desconsolada tu ausencia
abrasar el consumo voraz de tus señales
conjurar tus oficios en vorágines lenguas
de una ciudad hastiada de rostros burdeles
que hacen de tu cuerpo cariátides de sombras.
Sabía cobijar el desierto y oasis de tu sexo
fecundar tu presencia extinta y alejada;
esa ofrenda pagana de temores vacíos;
obnubilados de retornos y despedidas yermas.
El tiempo conspira a dos aguas aztecas (…)
una historia que calcina huellas insolentes,
termales sin cauce; en afluente olvido,
labios gimiendo el exilio de tu saliva,
savia adosada en tu piel profanada;
agitándose al transpirar de tus tangos y vaivenes.
La intrusa toca la puerta ataviada de fantasmas,
Alcalá que abre soñoliento sus antojos;
la espera en el sofá, el descorcho del vino
copas vertidas emborrachándose en un tiempo
que brinda a la salud sobria de un presente anónimo.
miércoles, 24 de junio de 2009
LA EPISTEMOLOGÍA DE LA COMPLEJIDAD: El uno múltiple del pensamiento
¡Soy médica, por tanto, no sé nada de literatura; soy de literatura así que las matemáticas me producen dolor de cabeza; por ser de Sociales, qué habría de saber acerca de las reglas ortográficas; mi mundo es la ingeniería así que no me inmiscuyo en nada que no tenga que ver con sus cálculos y geometrías…!
En torno a lo anteriormente descrito, cabría preguntarse ¿Por qué nos hemos dedicado a pensar bajo la premisa binaria de creer que somos buenos en algo en tanto nos aboquemos exclusivamente a ello; porqué al momento de especializarnos en una profesión nos olvidamos de poner en práctica nuestros conocimientos en favor de toda una sociedad y no para la suma de individuos que la conforman; por qué entendemos la organización como una restricción disciplinaria garante de un orden que aísla sus elementos en vez de optar por la convivencia entre las estructuras (formas de pensar) que subyacen dentro de la dinámica de las interrelaciones; porqué seguimos viendo el problema, estudiando sus partes por separado sin obtener resultado alguno, en vez de empezar por lo general que sería enfocarnos en la solución del mismo para así poder abordar la naturaleza misma de la dificultad detectada? ¿Acaso cuando armamos un rompecabezas no comenzamos viendo, memorizando el todo referencial (la imagen) para después integrar sus partes y no a la inversa siempre difícil y contradictoria (el azar de tratar de encajar una pieza con otra sin propósito alguno? ¿Por qué no entender que la Universidad no es la suma de sus Escuelas y/o facultades, sino un sistema complejo donde cada una de sus instancias o departamentos académicos interactúan entre sí conformando un todo operario, comunicativo, de reciprocidades manifiestas? Estas interrogantes responden al hecho de que el pensamiento ha sido demarcado en visiones fronterizas donde la abstracción y trascendencia del conocimiento no tienen cabida porque los individuos estamos sujetos a pensar desuniendo el todo en partes elementales, obviando los fenómenos que quedan fuera de su objeto de estudio.
Este pensar segmentario, reductor, simplista, perceptible, aunque suene un tanto exagerado, es así como hoy en día se vislumbra la educación desde distintas vertientes disciplinarias: un cubículo cuadriculado del pensamiento; la corriente positivista vigente como producto reductor del mundo y parcela del conocimiento humano. La meta en éste y todos los casos donde el conocimiento tiene un punto de partida pero no un fin acabado, sería abandonar tal pensamiento dogmático rompiendo con el paradigma cuantitativo de concebir la realidad como un dato a ser experimentando, calculado, constatado, sistematizado, consensuado por la razón y verdad absolutas.
El proceso de ver la realidad desde afuera y en perspectiva analógica –desde la concepción de la simplicidad- es imposible porque el mundo se halla sujeto a reglas que legislan al hombre como competencia unidireccional de un área específica del saber, abandonando así su capacidad inherente de explorar nuevos hechos y fenómenos que, aunque sólo en apariencias se muestren inconexos, la realidad manifiesta que son complementarios entre sí evidenciándose no sólo la manera de contemplar el mundo tal y como es, sino también la ocasión de traducirlo en infinidad de interpretaciones enlazadas las unas con las otras contextualmente. Es así como surge la epistemología de la complejidad.
Para la epistemología de la complejidad el caos es el primer principio del orden en el cosmos. Todo acto cognoscente nace, primeramente, de la incertidumbre, de un desorden que, paradójicamente, contribuye a organizar nuestro pensamiento porque reta a nuestro propio conocimiento a ir más allá de lo perceptible. Recordemos que la simplicidad es una línea recta temporal que va del punto A al B sin matices ni relieves que permitan el cambio, la transmutación del pensamiento, mientras que la complejidad nos invita a polimatizar el tiempo, reflexionar que nada es tan complicado como se aprecia; que detrás de todo hecho aparentemente simple, existe toda una amalgama de fenómenos y acciones complejas, interconectadas entre sí que conforman el todo integrado. Piénsese, por ejemplo, en el acto sexual que no es sólo la fusión, el encuentro orgásmico de dos cuerpos que se atraen mutuamente, sino también la interacción de múltiples sensaciones cuasi-biológicas que van desde el placer al éxtasis emotivo; del goce transpirado al amor sublime de dos almas que se pertenecen.
El pensamiento clásico suponía que para validar el conocimiento, era necesario depurarlo, es decir, poner en orden los fenómenos, rechazar el desorden, lo incierto, lograr la certidumbre, quitar las imprecisiones, distinguir y jerarquizar. Entonces, la complejidad se presentaba pero bajo la forma de lo enredado, ambiguo, incomprensible porque todo acto de conocimiento se abordaba en términos de seleccionar datos significativos rechazando lo no significativo (separación disyuntiva de la realidad). Para contrarrestar tales falencias del pensamiento reductor, es necesario tomar conciencia de los paradigmas que mutilan el conocimiento y desfiguran lo real. Para ello, se formula la idea de un pensamiento complejo, que evite la reducción/disyunción/separación del conocimiento. (Dialógica orden-desorden), proponiendo así una epistemología de la complejidad entendida como principio de distinciones/relaciones/oposiciones fundamentales entre algunas “nociones matrices” que generan y controlan el pensamiento, es decir, la constitución de teorías y producción de los discursos emitidos por los miembros de una comunidad científica determinada. De ello resulta una evidente ruptura epistémica, una transformación fundamental de nuestro modo de pensar, percibir y valorar la realidad signada por un mundo global que interconecta pensamientos y fenómenos, sucesos y procesos, donde los contextos físicos, biológicos, psicológicos, lingüísticos, antropológicos, sociales, económicos, ambientales son recíprocamente interdependientes entre sí.
CONSEJOS PARA AYUDAR A UN NIÑO TÍMIDO
Recuerda que cuando tratas con un niño tímido debes alentarlo amablemente y en forma comprensiva, en lugar de obligarlo a hacer algo. Los niños tímidos se sienten abrumados emocionalmente con facilidad. Si exiges mucho demasiado pronto, probablemente tu hijo se sentirá más ansioso en vez de menos ansioso.
Trata de no decir cosas como "Sarah es tímida" cuando se comporte así —especialmente evítalo frente a Sarah, que puede llegar a creer que su conducta es un rasgo y no un estado temporario. Además, los niños pequeños y en edad preescolar pueden interpretar esa etiqueta como una excusa legítima para escabullirse de situaciones sociales incómodas. En cambio, di algo como "A Sarah le cuesta conocer gente nueva, pero está trabajando en eso".
No te burles de tu hijo por su timidez. Esto sólo lo avergonzará y empeorará el problema.
Ensaya situaciones sociales estresantes en casa. Para algunos niños en edad preescolar, la combinación de gente nueva, entorno nuevo y actividades nuevas es abrumadora. Por ejemplo, si tu hijo se siente incómodo cantando una canción con otros niños en el preescolar, ayúdalo a practicar cantando con él en casa. Esa práctica ayudará a que cantar en la escuela sea menos aterrador y más divertido.
Trata de no abrumar a tu hijo con demasiada compañía o estimulación. Con frecuencia los niños tímidos se sienten más cómodos jugando con un amigo por vez que con un grupo de amigos. No lo obligues a participar en actividades con grupos grandes. Se alentador, pero deja que tu hijo decida si se unirá y cuándo hacerlo.
Alienta a un niño tímido a jugar ocasionalmente con otro niño que sea un año o dos menor. Esto pondrá al niño tímido en una posición de liderazgo, algo que rara vez siente con sus pares. También puede darle más confianza cuando juega con los niños de su misma edad.
martes, 23 de junio de 2009
CONTRATO DIDÁCTICO O CONTRATOS DE APRENDIZAJE
También, el contrato didáctico habría de definirse como una herramienta alternativa o planificación instruccional novedosa que permite establecer un sistema de normas en relación con una determinada área o asignatura del saber, con la finalidad de innovar el discurso tradicional del que enseña basado en esquemas dogmáticos de transferencia informativa, sin socializar –primeramente- tales conocimientos con los estudiantes. En tal sentido, los parámetros evaluativos de dicho contrato didáctico no serán sólo objeto de conocimiento y deliberación unidireccional por parte del profesor (paradigma implícito), sino también de discernimiento y conformidad de los estudiantes (Acuerdo explícito). Todo ello contribuye a gestar un aula diversificada, es decir, un espacio interactivo, renovado y heterogéneo donde el docente dialoga con el alumno mostrando así una actitud empática hacia el proceso de enseñanza-aprendizaje.
El contrato didáctico permite contextualizar el hecho educativo emancipando sus objetivos y metas, ya no contemplados dicotómicamente en el viejo bosquejo de Profesor-Contenido vs Alumnos donde sólo se vislumbra una trasferencia de información mas no la retroalimentación de la misma. Es por ello que el contrato de aprendizaje permite transformar dicho esquema educativo al modelo Profesor + alumno vs Contrato, en el cual ambos actores exponen e intercambian planteamientos, opiniones y perspectivas en relación con sus proyectos, intereses y afinidades; con la visión debatida y negociada del contrato didáctico y/o de aprendizaje que han concebido como viable y pertinente.
Asimismo, en el contrato didáctico contribuye a que cualquier actividad asignada por el docente se convierta en un hecho relevante, significativo para el alumno, puesto que, hay un previo concilio metodológico que el docente ha querido compartir con sus alumnos haciéndolos copartícipes y no simples espectadores de su proceso de aprendizaje: el alumno interviene, manifiesta sus inquietudes; aporta ideas que complementan y dotan de versatilidad cualquier tema o contenido programático próximo a debatirse. A través del contrato didáctico, el docente muestra a sus alumnos qué enseñar y éstos con total libertad eligen qué aprender y cómo aprenderlo en diálogo abierto y sostenido con el docente para así alcanzar un acuerdo favorable que conduzca a aprendizajes autoregulados, significativos.
Por consiguiente, el contrato didáctico respalda la toma de decisiones; fomenta una actitud crítica frente a un hecho particular de enseñanza -aprendizaje: invita al docente a reflexionar sobre su labor instructiva y al alumno a ser autónomo y responsable de su aprendizaje, sin depender excesivamente de las demandas y/o requerimientos del docente. Por tanto, el contrato didáctico es un proyecto que docentes y alumnos ponen en marcha con la finalidad de democratizar la educación; estimular la capacidad crítico-reflexiva del alumno; socializar los aprendizajes; precisar los objetivos y fines de cualquier contenido temático a validarse; evaluar la producción de los alumnos atendiendo a sus características personales y ritmo de trabajo; tutorar o reorientar el trabajo y/o progreso alcanzado por el estudiante a través de sesiones o entrevistas personalizadas; incentivar las competencias lingüísticas y comunicativas del educando; ejemplificar los conocimientos teóricos para fines prácticos; negociar las fases u objetivos básicos generales de una determinada asignatura/ módulo de trabajo; seleccionar el material o recurso instruccional que sea conveniente y accesible; resolver problemas o conflictos actitudinales relacionados con el abordaje formativo de los educandos y la técnicas instructivas empleadas por el docente.
PARADIGMA EPISTÉMICO DEL SABER PARA LA EDUCACIÓN DEL NUEVO MILENIO: LA CIENCIA INTERPELANTE DEL CONOCIMIENTO
Ausubel (2001) manifestaba que "Si tuviera que reducir toda la psicología educativa a un solo principio, enunciaría que el factor más importante que influye en el aprendizaje es lo que el alumno ya sabe. Averígüese esto, y enséñese en consecuencia". Ahora bien, de este pensamiento, surge una interrogante: ¿Cómo saber lo que el alumno ya conoce si no se le permite mediar con su situación de aprendizaje desde un paradigma epistémico del saber que dirija su atención hacia las facultades humanas de todo individuo, en ese valor significativo de aprender desde la interpelación del propio conocimiento y no la asimilación del mismo donde el estudiante se le permita formular inquietudes antes de emitir respuestas sobre aquello que no conoce? No es sólo descubrir el conocimiento, sino que el alumno sepa lo que está revelando para su propia existencia.
La educación venezolana, especialmente en la III Etapa de Educación Básica, tomando como referencia contextual la U.E Monseñor José Luís Castellanos, asciende sus funciones en el trapecio reductor cuantitativo de un accionar formativo donde la conquista del saber se logra a través de la suma de informaciones insustanciales para el alumno, donde conocimiento equivale a “cantidad y no calidad”; a “asimilación de hechos” y no “confrontación de ideas” a “receptor de mensaje” mas no “interpretante del mismo”; a “homogeneidad del pensamiento” y no “complejidad de pareceres” a “cuadrículas de asignaturas” y no “integridad disciplinarias”.; en síntesis, donde el asombro; la incertidumbre, la interpelación dialógica, la producción y exploración investigativa, el debate compartido de saberes; la interrelación recíproca de áreas temáticas.; entre otros aparecen como notas obviadas al pie de página de un capítulo positivista arbitrario en que el estudiante es considerado un ser domesticado por un sistema hermético que no da cabida al conocimiento epistémico del saber, sino al fortalecimiento de la ignorancia, a ese estado de llenura que se vanagloria por formar estudiantes que saben más de lo que menos conocen; por reiteradamente improvisar respuestas sin someterla a la crítica, tiempo y ocasión pertinente para refutarlas o aseverarlas desde una perspectiva analógica, epistémica –por el contrario- los estudiantes sólo se enfocan en lo que pide o exige el docente sin declamar lo que exigen o requieren para ellos mismos.
Es así como a pesar de las múltiples teorías surgidas en pro de un aprendizaje menos ortodoxo, la enseñanza tradicional sigue siendo la columna vertebral de resistencia al cambio en nuestros andamiajes formativos; el pedestal de un saber retrógrado, insustancial, predecible y anecdótico donde los alumnos no llegan a comprender el propósito de su formación académica como tampoco muestran interés, disposición por aprehender las nuevas informaciones o contenidos temáticos prestos para su debate y confrontación formativa porque aún se avala un modelo constructivista tergiversador donde se parte de lo que sabe el estudiante sin percatarse, primeramente, qué es aquello que conoce o desconoce de su propia condición humana y cómo podría aplicarlo, trasladarlo, confrontarlo, buscar algún tipo de respuestas a sus interrogantes en conformidad con su experiencia de aprendizaje cotidiano; la que trasciende en analogías los linderos de una escuela convirtiéndose en un hecho significativo para él porque aborda su ser y esencia; el aquí y ahora sin evocaciones de pasados caducados.
En consecuencia, la educación hoy en día presenta una realidad modeladora, binaria, dualista, en la que no existe otra forma de concebir el mundo desde una perspectiva menos convencional que no sea aquella en la que el conocimiento es inmutable y los caminos para llegar hacia él se difuminan en rutas de saberes inconexos, dogmáticos, unilaterales donde la razón, la crítica, la reciprocidad, ese ir más allá de lo aparente, pierde su brújula y cauce de destino con el fin de lograr que la multiplicidad de interpretaciones se haga presente en cada ser y persona cognoscente, mas no el calco, la reproducción de opiniones tergiversadas que operan en nuestras sociedades como únicas e imperecederas porque aún no se conocen otras formas de abordar el conocimiento que no sea a través de teorías, doctrinas e ideologías fundadas para evitar el cambio, la transformación de una manera de pensar contradictoria.
Es así como el estudiante no encuentra una razón de ser a su hecho formativo porque no se le invita a participar del mismo subestimando su competencia y actuación reflexiva. Dentro de los parámetros positivistas, el conocimiento es una parcela de información estadística (el individuo es un dato científico; no sujeto cognoscente) una suma de saberes archivados en distintas áreas y/o disciplinas incomunicadas entre sí porque su complejidad epistémica; esa interrelación de circunstancias que explican una realidad total de hechos sin abordarlos de forma separada, se halla extinta en la conciencia de muchas personas quienes construyen su propio conocimiento partiendo de lo que otros dicen o creen saber al respecto, de una realidad en apariencia sensible y no en racionalidad inquirente, reveladora.; de un modelo a seguir que sólo recluta individuos funcionales dispuestos como máquinas a garantizar el acceso operario a una gama de saberes teóricos y no prácticos, donde el mundo se concibe tal y como no es, sin un qué, cómo, porqué y para qué me sirve esto que aprendo en la vida cotidiana. La educación aún no ha trascendido los linderos de un salón de clases direccionando el conocimiento en cuatro paredes donde todos los saberes, tanto el que imparte el docente como el que recibe mas no interpreta el estudiante, se forjan allí, dentro de una parcela instructiva que no evidencia integración alguna con la realidad externa, ese contacto empático con la comunidad atendiendo sus intereses y necesidades; encontrando una razón de ser epistémica, holística, comunicativa, analógica, a su situación de aprendizaje. “Saber conocer” y no “conocer por conocer” es o debería ser la consigna de todo individuo que espera algo más de lo que aprende.
Para contrarrestar tales falencias formativas, se propone que el conocimiento, desde nuestras aulas educativas y fuera de sus linderos académicos –entiéndase- vida cotidiana, no sea abordado desde esa realidad dualista conductismo/constructivismo, donde el segundo surge como ventura del saber mientras que el primero cae en las desgracias obradas por la doxa. ¿No será acaso que hubo cierta tergiversación de los tratados conductistas precisamente porque no se le abordó desde una perspectiva filosófica, epistémica, sino desde la creencia, el mito de las cavernas positivistas? He allí la interrogante y gran falacia de nuestro milenio: la aseveración de creencias falsas, desdobladas y no la justificación epistémica del saber por el saber mismo, por la búsqueda de una verdad validada por la producción de conocimiento y no falsificación del mismo.
Por consiguiente, se plantea que todo acto de conocer, explorar, discernir sea debatido desde un escenario epistémico donde la razón obre desde la confrontación de ideas, la crítica, la refutación, el descubrimiento –inclusive- la propia ignorancia, pero ésta última entendida como el estado de vacío que hay que llenar mediante la participación y no sumisión del pensamiento; a través de la producción y no repetición y/o asentamiento de pareceres globalizados, segmentados, donde el individuo tenga oportunidad de participar en su situación de aprendizaje no sólo desde la perspectiva académica, sino también filosófica encontrando una razón de ser a su hecho formativo para la vida misma, para entenderse e interrelacionarse en el hacer y hacerse con el prójimo. En síntesis, que la escuela no sea sólo un espacio destinado a la información, al estudio, a la consulta enciclopédica, sino también a la comunicación, reflexión e investigación desde lo que piensa, siente y pueda expresar el estudiante, no desde lo que el docente dicte como verdad irrefutable sino desde lo que el alumno pueda comparecer al respecto. Desde esa posibilidad se podrá hablar de un conocimiento verdaderamente epistémico, que rompe paradigmas, donde la educación sea un camino hacia el desarrollo e invención de nuestras sociedades y no el retrógrado mirar de un presente disfrazado de progreso reincidente.
AUSUBEL, D et all (2001) Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. México D.F. Ediciones Trilla.
martes, 2 de junio de 2009
EL HOSPEDAJE DE LA IMAGINACIÓN...
LA LITERATURA: EPICENTRO REFLEXIVO DE LAS COMPETENCIAS Y ACTUACIONES ESCOLARES
Julio Cortázar (Escritor argentino)
Las impresiones de Umberto Eco, como crítico, lingüista y ensayista literario no dejan de sorprenderme. Cuando manifiesta “no adoptar posturas apocalípticas” en relación con el poco o agotado abordaje cultural de nuestro digno amalgama literario, especialmente en el campo social y humanístico, sencillamente está dejando entrever como telón de fondo de esa gran escenificación sociocultural que representa la labor y vocación docente, que no debemos alarmarnos por los cambios vertiginosos de nuestro avivado presente; esa extraña contemporaneidad que no se corresponde con el pasado clásico de otras latitudes y épocas, donde la experiencia lectora era pergamino de prestigios, modismos y erudiciones preceptoras (Enfoque academicista). Sin embargo, a nuestro presente, único e irrepetible, debemos prestarle suma atención en cuanto al llamado ponderoso de innovar, actualizar, nuestras estrategias de enseñanza haciéndolas cada vez más interesantes, motivadoras y participativas para el educando; contextualizándolas en todas las áreas del conocimiento intelectual y científico -sobre todo- en nuestro accionar magisterial y pedagógico, toda vez de concebir la literatura como cuna de experiencias culturales, históricas, reflexivas; estandarte de juicios y discernimientos pertinentes.
¿Cómo enseñar literatura en un mundo donde el andamiaje audiovisual lleva la batuta? Esta interrogante nos conduce a otra disyuntiva: ¿Vale la pena enseñar la literatura o, mejor dicho, tratar de que el estudiante se acerque a ella deshaciéndose de esa visión retrógrada y tergiversada de hallar en sus cimientos todo un espiral elitista sostenido de dogmatismos, redundancias y falencias? Si como docentes nos conformamos con las premisas filológicas que dictan las academias; el impulsivo desinterés experimentado por los estudiantes o la obstinada empresa de cambiar el actual contexto social sin antes tender un puente estratégico entre el hecho literario y los contenidos informáticos, tecnológicos y audiovisuales prestos al medio situacional vivenciado actualmente, entonces habríamos de aceptar nuestro fracaso como educadores, nuestra debilidad para hallar la solución a esta problemática en vez de seguir siendo partícipes de la misma, multiplicando nuestras propias dificultades y/o limitaciones, conformándonos con lo que predican como recetarios los textos escolares tradicionales, sin estimular al alumno a reflexionar sobre su situación de aprendizaje y mucho menos mostrándole el cómo, porqué y para qué es imprescindible leer en estos tiempos donde la imagen cenestésica, los programas banales; la música irreverente, entre otros inundan nuestras experiencias sensoriales. Todo ello, forma parte de esta nueva generación de niños y jóvenes estudiantes que ya no se asombran ante cualquier cosa; que los textos escolares les aburren cuando disponen de otros medios mucho más entretenidos y reveladores. Entonces, no es cuestión de culpar nuestra realidad inmediata, añorar la pasada y estigmatizar la literatura de prerrogativa, difícil y excluyente, sino de intentar entender que la experiencia lectora no comprende sólo el abordaje de paradigmas retóricos y gramaticales, de textos clásicos o aquellos considerados boom de la literatura universal. No existe mala o buena literatura porque cualquier tipo de categorización pierde validez en el terreno ideológico, interpretativo, de discernimiento y reflexión cultural que cultiva y cosecha la historia y crítica literaria. La verdadera experiencia lectora se halla en su esencia estética, receptiva, contrastable, en la cual leer el Ulises de Joyce o las Crónicas de Nardia no me hacen más o menos sabia que otros; menos o más ignorante que ninguno.; debemos tener siempre presente que leer es un acto personal, meditativo, intencional y voluntario, donde el espíritu del lector explora todos los senderos ocultos, profundos y enigmáticos que guarda el texto; descifrando sus secretos; yendo más allá de lo que exteriorizan las palabras ya contadas. Por tanto, leer debe ser y hacerse por placer, con una visión ficcional, novata y aventurera. Recordemos que las experiencias gratas son las que fácilmente evoca nuestra memoria y resultan verdaderamente significativas al momento de advertirlas, recrearlas en nuestros estudiantes.
ATAMAICA MAGO
1ER ENCUENTRO: "JUNTOS FORMAREMOS LECTORES"
- Fanuel Hanan Díaz (Editor y especialista en libros para niños)
- Alicia Montero (Docente e investidora en Literatura Infantil)
- Fedosy Santaella (Escritor)
- Elvia Silvera (Escritora y promotora de lectura)
LUGAR: Hotel Krostoff, Avenida 8, Santa Rita.
FECHA: Martes e de junio de 2009
HORA: de 2:00 pm a 5:30pm
Pra mayor información, comuníquese a los siguientes números telefónicos: (0261) 736 28 26 / 32 23
UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE COMPRENSIÓN LECTORA
Por tanto, leer no es sólo memorizar datos, reproducir ideas o aprehender las normas gramaticales de la sintaxis en párrafos, frases u oraciones donde se evidencie el uso correctamente institucionalizado de los signos de puntuación –por el contrario- leer es un operación intelectual reflexiva que incita las competencias comunicativas de los sujetos lectores en una acción de reinterpretar el contenido expreso del texto ahondando sobre sus temas implícitos mediante la crítica, el ensayo piloto y lectura amena comparada, es decir, la reconstrucción intertextual de la información y complementación del área de conocimiento despertando así el interés y motivación de la audiencia lectiva a quien vaya dirigido el mensaje de su (s) autor (es). Leer es hacer un nuevo texto conforme a la visión hermenéutica de cada leyente, una amalgama de opiniones afines y contrastadas que encuentran un espacio en común de debate: la expresión interdisciplinar de ideas y retroalimentación de informaciones desde distintas posturas ideológicas.
Pero leer también es placer y distensión; jamás obligación y displicencia, ya que, si bien no todos leemos lo que nos gusta, también es cierto que leer sobre aquello que nos interesa estimula nuestras potencialidades cognitivas toda vez de expresar ideas en forma coherente, secuencial y desinhibida porque nos sentimos en sintonía con el texto, involucrados con sus palabras, embriagados con sus temas y acciones que ya no representan en nuestra mente el libro encuadernado en páginas enumeradas y compendios de capítulos..; el texto trasciende más allá del mensaje sobreentendido porque el autor no espera ser leído para ser comprendido, sino para que el lector pueda encontrarse a sí mismo siendo partícipe, coautor de una realidad prismática.
Leer, por tanto, es un proceso de andamiaje significativo donde mediamos, interactuamos con el texto. Es una forma de dialogar con él desentrañando sus enigmas, mostrándonos a favor o en discordancia con sus tratados, pero siempre abriendo espacios a la disipación de dudas que podrían tergiversan el canal real de interpretación del mensaje. Al texto hay que interpelarlo, generar interrogantes en torno al mismo sin validar o dar por sobreentendido la información que nos transmite porque las respuestas no siempre se hallan dentro del texto, sino en nuestra capacidad de discernir sobre sus temas ofreciendo otro punto de vista, otra lectura que generaría un nuevo texto versátil y complementario.
En tal sentido, leer no debe concebirse como un acto comunicativo escritor-mensaje-lector, puesto que, existen otras variables intervinientes que accionan el acontecer extralingüístico de los participantes desde una perspectiva semántica (significado) y pragmática (intencionalidad). Es así como leer implica extraer el significado relevante del texto con un propósito explícito o tácito (Informar, explicar, persuadir, argumentar, instruir, entretener…), todo ello tomando en consideración los conocimientos previos que tenga el lector sobre un determinado tema en correlación unívoca con la nueva información derivada de su experiencia lectora.
Comprender un texto no es sólo conocer lo que dice, sino complementar su información en saberes recíprocos y exploratorios, es decir, profundizando en los albores más intrínsecos del texto hasta llegar a la matriz de sus aciertos y desaciertos; de sus aperturas y obstáculos. Una sola lectura no basta, es necesario varias sesiones de lecturas y de ser posible remitiéndonos a la crítica comparada y al debate confrontado de ideas con la finalidad de disipar dudas reconstruyendo el meollo de incomprensiones surgidas cuando se lee sin basamentos sobre el tema, predispuesto a la disconformidad y apatía, por obligación o siguiendo los cánones del cuestionario donde el texto habría de convertirse en un formulario de preguntas y respuestas para llegar a comprenderlo dicotómicamente, ya que, el lector se convierte en un agente pasivo que no dialoga con el texto, sino que se halla claustrado al libreto adoctrinado, ortodoxo de leer para memorizar o calcar conocimientos redundados en puros saberes bibliográficos.
Es así como leer debería representar un acto deliberado, subjetivo, buscador de conocimiento y no modelador del mismo. Cuando invitemos a nuestros alumnos a leer comprensivamente, entonces estamos en la tarea de buscar estrategias didácticas de comprensión lectora que inciten el acercamiento paulatino del lector hacia el texto, sin repetir esquemas arbitrarios, unidireccionales que sólo conseguirían alejarlos de su quehacer inventivo, por ejemplo, cuando los obligamos a leer por asignación o por cumplir con un contenido programático de una asignatura y/o cátedra de estudio.
Por ello, es necesario salirse de la planificación en virtud de cambiar las maniobras de aprendizaje sin evadir una lectura asignada, pero con la salvedad de buscar los medios para que el estudiante se familiarice armónicamente con el texto. Asimismo, no enseñemos a nuestros alumnos a leer dirigiendo su atención excesiva hacia la forma (procesamiento ascendente: entonación, articulación de las palabras, cuidado esmero de os signos de puntuación), sino también hacia el contenido (procesamiento descendente: ¿qué leo; porqué leo; qué busco; cómo me encuentro; cuál es su importancia; qué mensaje explícitos o tácitos he encontrado durante mi recorrido lectivo; cuáles han sido los obstáculos o resoluciones que he encontrado; qué aportes puedo validar para complementarlo; cuál es mi impresión hacia el mismo; qué dudas han surgido entre frase y frase; párrafo a párrafo; qué puntos de vista he revalidado o cuáles refuto abiertamente…?). Cuando leemos para ataviar nuestra intervención oral con el propósito de complacer a la audiencia, nos olvidamos de interpretar simultáneamente el contenido implícito o diferido del texto, puesto que, nuestro interés desatinadamente se dirige al “cómo decirlo” y no al qué, porqué y para qué leo” un determinado mensaje si su contenido informativo lo he desbancado u omitido sólo para hacerlo más audible aunque no lo comprenda del todo. Se evidencia, pues, una lectura ciega a la comprensión y sorda a toda maniobra interpretativa.
En relación a lo anteriormente descrito, cabe mencionar que el acto de leer implica enriquecer nuestro repertorio lexical a medida que vamos descubriendo palabras, sus significados y funciones en contextos sociales determinados. Recocer una palabra en su uso conlleva a acceder directa o indirectamente a una biblioteca mental donde se encuentran archivados todos aquellos vocablos familiares o extraños; fáciles o difíciles de leer, pero que seguimos conociendo y aprehendiendo conforme practiquemos y actualicemos nuestras competencias lectoras.
En conclusión, existen cuatro componentes esenciales en el proceso interactivo de experiencia lectora:
· Comprensión: proceso intelectual que consiste en abstraer el conocimiento como función simbólica de palabras y frases donde se crea y recrea una imagen mental de lo escrito relacionándolo con las experiencias pasadas. (Significación estructural o sintáctica).
· Interpretación: el lector expresa una opinión a favor o en disconformidad con los postulados del autor. Esta fase se manifiesta a través de las experiencias previas, lecturas comparadas, análisis crítico, entre otros.; que el lector haya extraído de sus propias inferencias o generalizaciones.
· Reacción: actitud íntima del lector hacia el texto; cómo ve y dilucida sus palabras; qué sentimientos ha provocado o removido en el lector; cómo coteja la información recabada; a qué conclusiones deriva; cuáles fueron sus expectativas o desencantos, entre otros.
Por consiguiente, Leer no es más que el encuentro de dos cosmovisiones sensoriales: las palabras del texto y el sentir del lector hacia el mismo: integrando vivencias, expresando ideas e innovando las experiencias de cada interpreté e interpretante del mensaje lectivo.
jueves, 14 de mayo de 2009
...
ATAMAICA MAGO
DALAI DE MADONNA...
ATAMAICA MAGO
domingo, 15 de febrero de 2009
CONOCIENDO A: Federico Andahazi
OBRAS:
1997: El anatomista
1997: Las piadosas
2000: El príncipe
2002: El secreto de los flamencos
2004: Errante en la sombra
2005: La ciudad de los herejes
2006: El conquistador
2008: Pecar como Dios manda. Historia sexual de los argentinos
sábado, 14 de febrero de 2009
"Al atardecer fin de la función"
Anfitrión(a):
Denny Fernández
Tipo:
Red:
Global
Hora y lugar: Maracaibo; Venezuela
Hora de inicio:
el jueves, 19 de febrero de 2009 a las 19:30
Hora de finalización:
el Sábado, 21 de febrero de 2009 a las 19:30
Lugar:
Teatro Baralt / 20 y 21 TELUZ
Descripción
El Teatro Estable de la Universidad del Zulia (TELUZ) estrenará este 19 de Febrero la obra de teatro "AL Atardecer Fin de la Función", pieza escrita por Denny Fernández, integrante activo de la mencionada agrupación. En esta oportunidad el Teluz nuevamente lleva a escena una de las obras dramatúrgicas de Fernández, quien además se estrena como director teatral.La puesta en escena cuenta con las actuaciones de los primeros actores Dianora Hernández -actriz del TELUZ- y Ricardo Lugo, actor invitado del grupo Taller Uno. Dicho montaje se representará en las instalaciones del Teatro Baralt, el próximo 19 de febrero a las 7:30 p.m. La entrada tiene un costo de 15 Bs.F.
ÉXTASIS Y RESURRECCIÓN DE SANTIAGO DABOVE: ESA FEROZ CRIATURA QUE ATRAVESÓ EL RELÁMPAGO
cabeza lleva muchas coronas con un nombre
escrito que no sabe sino él mismo...
To the clear day whith thy such clearer light,
When to unseeing eyes thy shade shines so!
¿Cuál es la representación ulterior, el diseño más fiel que nos queda de un rostro, acaso el perdurable, el verosímil, cuando ese rostro ya es polvo, o ni siquiera eso? Plotino se negaba a la vanidad de ser reproducido en erróneos retratos que delataran al porvenir (también dudoso) la forma sensualizada de unos labios, dos ojos empeñados en traducir este universo insoluble, tal vez la extraña reminiscencia de una nariz griega. Menos cerca de los dictámenes de Pirrón de Ellis que de las proposiciones de Berkeley, veía de este lado las sucesivas o concéntricas ramificaciones del mundo ilusorio que no era sino otra de las formas de un yo hecho de escorias y cenizas.
¿Empezar por las malditas - y por qué no erróneas- fechas que la lápida y los diccionarios registran: 1889-1952?
¿Escudriñar la conjunción de agonía, crueldad y metafísica del extrañamiento que prefiguran los relatos y poemas de “La muerte y su traje”, su único libro? ¿Recordar (o entrever la nostalgia del recuerdo) de las incalculables tertulias con su hermano Julio César, Enrique Fernández Latour, Macedonio Fernández, y a veces un dentista de apellido Roccatagliata, en esa habitación destartalada de Morón que el mismo Macedonio alquiló frente a las vías del Ferrocarril Oeste para estar cerca de los Dabove, y que bautizó luego con el insólito nombre de “El Tríquio (con pelos y señales)”, habitación donde nació “El Zapallo que se hizo Cosmos”? ¿Acaso hablar del violinista más solitario del mundo tocando el instrumento sin el arco como si fuera un laúd, con las manos trasvasadas por enfermedades incurables e invocando a la Nada (sólo a la Nada podía invocar Santiago) por su muerte total? ¿O entrar, minucioso y secreto, en los complejos y altos alminares donde el testigo aún nos narra la terrorífica pero espléndida catábasis de “Finis”? ¿Mirar al poseído recorriendo su vieja casa como un rehén -al cabo de un tiempo todo poseído se convierte en prisionero-, y repitiendo aquello de Hafiz: “Soy; mi polvo será lo que soy”, y tantas otras cosas que el olvido borró “en la carrera de todos hacia abajo”?
Estas preguntas contienen verdades parciales de alguien que en la tierra se llamó Santiago Dabove y que, por fortuna del azar, jamás mereció el precario epíteto de “clásico”, ni integró las deleznables e insuficientes listas del “canon oficial” . Todo retrato implica una agonía imposible, y sólo la dimensión imaginaria de los textos del escritor pueden aproximarnos a sus máscaras.
Cuando visité por primera vez a Borges en su laberinto (el ya mitológico departamento de la calle Maipú), yo era un adolescente obsesionado, entre muchas otras cosas, con aquella terrorífica línea de uno de sus poemas sobre Buenos Aires, línea que sentencia: “...Es una esquina de la calle Perú, en la que Julio César Dabove nos dijo que el peor de los pecados que puede cometer un hombre es engendrar un hijo y sentenciarlo a esta vida espantosa”.
¿Quién era esta criatura abismal y abismada, cuya presencia me depararía una serie de revelaciones a lo largo de los años? ¿Quién, ese anarquista coronándose de espinas frente a la desesperada inutilidad de los objetos del mundo? No resulta azaroso que Borges descubriera en casa de los Dabove siempre los cajones de los muebles a medio abrir y curiosamente vacíos. Julio César Dabove, médico y escritor, fue la puerta de entrada a la obra de Santiago, que coincidía con su hermano en aquello de que la vida es la cosa más atroz, y que engendrar un hijo es condenarlo a la más profunda miseria. Borges sentía, aún en 1983 y 1984, la presencia amistosa de los Dabove, su legendaria y nutriente hospitalidad. Borges, el verdadero descubridor de Dabove (publicó inicialmente sus relatos en el suplemento de “Crítica” y en “Anales de Buenos Aires” en la década del ´30, incluyendo diez años después el relato “Ser Polvo” en la Antología de la literatura fantástica, escrita en colaboración con Bioy Casares y Silvina Ocampo), recordaba a un Santiago que, como Mark Twain o Emily Dickinson, casi nunca salía de su casa (hablaba, naturalmente, de Morón) porque opinaba que los avatares de los viajes no son necesarios para la obra literaria, menos aún para la vida. Una sola excepción mencionada por Borges: “...y fuera de algún viaje al sur de la provincia de Buenos Aires...”
Los veintinueve textos de “La muerte y su traje” son el mismo espíritu del manantial que entrevió Mallarmé. Porque “Todo fluye de manantial... y el esplendor tiende a fundirse en la pureza total del cauce”. El genial conversador, el irreprochable amigo, el devoto de la muerte y sus metamorfosis, el caústico humorista y el cínico empedernido, están en ese única e imprescindible obra de nuestro tiempo.
Todos ellos se asemejan a Santiago Dabove. Todos ellos se mutilan y se alejan de sí mismos en una desgarrada orgía carnavalesca para volver a crearse. En aquellos años en que yo visitaba a Borges no sospechaba siquiera, no podía sospechar, que algún día escribiría el primer estudio sobre la obra integral de Santiago Dabove. La escritura de ese ensayo me deparó una incalculable felicidad, siempre afín a la literatura, y no fue sino un reencuentro más con el amigo querido. Cito un pequeño fragmento del final del mismo: “Al igual que esos lujosos y extrañísimos juguetes de la geometría no euclidiana -los fractales-, que nacen y se deconstruyen cada vez, o acaso como el Mälström, esa corriente marítima del Artico hecha de torbellinos espiralados y de negras lluvias reverberantes, caníbales, así se nos presenta el universo de Santiago Dabove: esta feroz criatura que atravesó el relámpago, que lamió su llaga (como quiere René Char), que entrevió la Vigilia y entró, ya para siempre. Santiago Dabove es nuestro precursor, nuestro actual, un ingobernable futuro. Es un gran Ojo Escrutador.
¿Por qué no sumar a estas palabras dos palabras más, acaso claves: El Testigo?” Junto a las plantaciones de una eternidad en la que se repliega y se expande, en la que nos sobrevive, Santiago Dabove ensaya su postergada novela sobre un Morón de duros guapos y de errantes metafísicos. Santiago Dabove, que sabe ahora que el rostro de Cristo es idéntico al del grabado de Holbein, realiza extraños viajes.
Juega con los dados de esa eternidad.
CONOCIENDO A: Manuel Lozano.
No creo necesario extenderme más sobre ello porque tenéis una muestra en su denso curriculum y, naturalmente, en la lectura de sus obras, de las que, de momento, exponemos sólo una pequeña selección.
viernes, 13 de febrero de 2009
EL CLITORIS DE PANDORA
Amor mío, repetía a la vez que acariciaba
su dulce América…
---¿Me amáis?—y fue una súplica, un ruego…
--Tu tiempo se acabó— le escuchó decir el anatomista,
antes de emitir un estertor, que fue el último.
FEDERICO ANDAHAZI. El Anatomista (Sexta Parte)
El problema no es la mujer en sí misma, sino esa condición natural en cada acto sexual por negarse el derecho a serlo. Es entonces cuando la dama abre los ojos y vislumbra en el rostro del hombre esa imagen perfecta de lo que quisiera ser cual espejo narciso librado en ensoñaciones. En efecto, la pasión orgásmica es un dejar ser en el otro; un viceversa perpetuo donde los géneros se confunden, se pierden y entremezclan en un solo cuerpo multiplicado de tentaciones. Llegar a comprender la ciencia que envuelve los deseos de una mujer es santiguarse en la propia castidad de los fracasos; en la esperanza equívoca del alquimista abstraído en sus propias convicciones derrotadas. La naturaleza femínea, ese Calipso de haceres pérfidos, malogrados, no busca otro remedio que conquistarse en esos anaqueles de sombras continentales, y en ese acto inmolado del hombre por acampar, explorar, descubrirse en la medusa de cuerpos que hospedan a la mujer, la sumisión es el mayor sacrilegio que habrían de encontrar al anclar debajo de sus faldas, en sus torrentes de Venus, en sus lumbres de Olimpo, en ese oasis de un veneris figurado de pasmos y decepciones. El amor de la mujer es el clítoris de Pandora, el pórtico hacia males inéditos galopados por corazones prostíbulos, autómatas, renuentes y contradictorios donde la mujer es su visionaria colona lamida por feroces bestias engendradas en sus vientres. Lo que vemos en ella es y será siempre un espejismo; una evocación amnésica, la suma de realidades transcritas en ficciones.
Estas palabras no son más que una breve introducción a la obra de Federico Andahazi titulada El Anatomista, a ese pasaje arlequín por la iconoclasta Edad Media donde un ilustre personaje galeno -Mateo Colón- confiado en su ciencia para abrir las puertas hacia el vergel antártico de las mujeres, habría de toparse con el perplejo testimonio de que el amor no se devela en el airoso tacto de lo predecible sino en el roce censurado de lo impalpable porque la mujer es y seguirá siendo el sarcófago lascivo de los secretos inmortales; el acertijo indescifrable por el cual el hombre seguirá penando con la certeza del que conoce su error y se jacta de ello; acompañado por la temible convicción del que yace derrotado en el frente de batalla alucinando laureles mortuorios.
El Anatomista, por defecto de vocación humana, es un disector de cuerpos; un clarividente de órganos; un sujeto con una desterrada fascinación por encontrar secretos mitológicos encubiertos por las carnes y no advertidos en espíritus rebeldes obstinados en querer ser algo más de lo que se ha ofrecido como triste compensación por lo que somos: un hereje de sentires. Se es anatomista cuando se reta a la propia Naturaleza en su inmensidad de logros, cuando la curiosidad supera cualquier dato o cálculo dogmático que la ciencia haya osado refutar o aseverar en favor de sus propias contradicciones.
El Anatomista es, en sí mismo, un científico sin licencia para las doxas renuentes libradas por las religiones, pero con el aval epistémico suficiente para tocar, palpar, acariciar, trastocar, infringir cual bisturí sigiloso en ambiciones la vulva hinchada, molusca, extensible, de contracción extasiada de las que en tiempo atrás y quizá también como estocada taurina del presente, han sido catalogadas como los seres sin condición ni alma para entregarse y ser amadas en la emancipación orgásmica de sus sensaciones; las enjuiciadas como
viles responsables de la devastación del mundo (probablemente refiriéndose a la endeble voluntad del hemisferio varonil) y de todo cuanto mal de excusas banales se les atribuye a las mujeres, a las propias parias de aquel purgatorio disoluto en escapularios fetichistas, beatos infieles, caducos exorcismos y hermafroditas reivindicaciones.
No hay que olvidar que todo descubrimiento trae consigo una historia consecuente, el tiempo narrado en aciertos y equivocaciones; la potestad de lo invisible, la añoranza de una entrega; la frustración del asombro, la eutanasia de lo irreversible, la inanición de nuestras querencias.; en síntesis, un “Eureka” desahuciado. Mateo Colón confiaba en la historia, en el manejo escribano de la mujer, de sus inagotables ensayos de laboratorio.; todo ello antes de conocer la elipsis anatómica de Mona Sofía, la sexualidad siempre sugestiva al desencanto final, al goce sin porvenires,a la lujuria pérfida, al coito afrodisiaco localizado en las entrepiernas y que en medio de su frenética inocencia Mateo Colón concibió como Amor. Y es a partir de entonces cuando su ciencia comienza a trastabillar, a desvanecerse, cuando toda acción milagrosa de su oratoria se vuelve blasfemia para su defensa; cuando su fama vaticana se derrumba por el frote condicionado de un órgano, un botón, un capullo, su pesadilla prometida.
El Anatomista, por tanto, reconoce en su ciencia inexacta la búsqueda de sí mismo, la atención febril de aquel rostro esquivo, glacial, equidistante de la historia: el amor de las mujeres, la biblia de sus sensaciones, los profetas y escribamos de sus cuerpos, la Inquisición siempre sugestiva hacia el pecado donde se abandona. Quizá el amor more en todas partes; quizá no alberga ningún recinto. Es también probable que no exista y que sólo sea la metáfora simbólica de un músculo al cual llamamos corazón y que -como paradoja de la propia ciencia- ha sido concebido como represa de emociones y sentimientos jamás correspondidos. En torno a ello, Mateo Colón habría preferido ser quemado en la hoguera, que la Santa Inquisición dispusiera no de su descubrimiento, sino de aquello que no pudo descubrir ni ser develado jamás en la falacia de unos manuscritos que develaban un secreto: el rechazo advertido; la expulsión de su propio paraíso, haber abierto ese cofre de Pandora donde el Amor no es más que una palabra con cuatro letras, dos sílabas y un significado virulento.
Mientras, que el Anatomista siga enajenándose en ese desengaño que lo va sepultando lenta y sórdidamente; que su muerte se escriba con minúscula fuente como ahora y siempre habría querido ser recordado: en el propio harén del anonimato, sin lápidas que aminoren su pena.
América no ha sido aún colonizada…
Atamaica Mago.
A Octavio Paz
(Fragmento)
Los ojos hablan
Las palabras miran
Las miradas piensan
Los ojos se cierran
Las palabras se abren
¡Un capullo! Así es la poesía: se va abriendo como la flor al amanecer, el despliegue de unos pétalos acabados de emerger; el perfume embriagador del rocío; los colores proyectados hacia el infinito, el sereno hálito del pensamiento; la suavidad de unos lóbulos huérfanos, el dulce florecimiento de un porvenir advertido o incierto….¿Tocarte? ¡Imposible! Basta con contemplarte…
Pero a la vez, la poesía es espinosa: te habla mientras enmudeces; te sonríe mientras lloras, te desnuda en el abrigo del desamparo; te escucha estando sorda; te enciende mientras te apagas; te toca en tu sensualidad húmeda de roca; en tus emociones lejanas, de saturnos y abstracciones; te sueña cuando despiertas; danza mientras cojeas; calla mientras hablas; olvida mientras recuerdas…y entre esos fugaces momentos de realidades y ensoñaciones, cuando intentas tocar lo impalpable de su esencia; lo infinito de sus propias limitaciones, se disipa entre las cenizas de lo posible y los vestigios de lo imposible. Es un hacer y no hacer; un devenir en espiral, sin comienzos ni terminaciones.
Me hablas con los ojos porque es el lenguaje que devela tu alma; la dialéctica oculta de tu ser; el código manifiesto de tus ansias, tempestades y acciones, las pupilas emisarias y receptoras de todo lo que ves, descifras e interpretas del mundo que te rodea, de ese universo que simbolizas tú con todas sus constelaciones de heridos afectos y pensamientos impenetrables.
Labras con los ojos mi propio terreno de fertilidades; de preámbulos, deseos y manifiestos. Tus ojos son páginas para el encuentro y desencuentro; capítulos de historias infinitas y cortos párrafos de existencia. Tus ojos reflejan mi propio espejo de dichas y adversidades; un mundo bizarro que me habla de ti sin conversar jamás conmigo; que aparece y se desvanece; un monólogo con voces de fondo; que lacera y mitiga el dolor cuando tus miradas son pronunciadas y todo lo demás sobra…
Tus palabras me miran, me observan, me distraen, simulan ser ciegas… Ellas apuntan a mi propio ser; me disfrazan de valiente y cobarde; enérgico y débil; magnificándome en la pequeñez infringida de mi amarga y afable conciencia… una y otra vez…sufriendo y regocijándome en mi propia desdicha, en ese cadalso construido con el emancipado amor que ofrenda un condenado.
Las miradas piensan lo impensable; esperan lo inesperable; caminan inválidas; imaginan un mundo de entendimientos y realidades. Las miradas dicen lo que no es; o aquello que podría ser sin decirlo nunca. Un silencio duplicado: las miradas jamás hablan; cavilan ensimismadas en su propio menester de preguntas sin respuestas, de contestaciones amordazadas. Sé todo lo que dices porque tus miradas lo piensan; si acaso confesaras, jamás descifraría lo que tus ojos me ocultan y mis palabras eternamente te reclaman…
Tus ojos se cierran, exhaustos de tanto pensamiento; de tanto decir sin decirlo nunca; de una voz ahogada de soledades y miramientos. Ahora tus ojos son una bóveda íntima y secreta; una acertada y equivoca resonancia de mis propias revoluciones internas; de mis rebeliones taciturnas; de ese estandarte que proclama un sí y no indeciso y contrariado. Tus palabras se cierran en el día y se abren por la noche; donde nadie te ve; donde finalmente te conoces, desconoces y vuelves a reconocer…Tus ojos ahora duermen en el féretro de un porqué sin respuestas; de una breve eternidad hacia el umbral de lo que persiste, censuras y repruebas…
Las palabras se abren; ya no dicen; sólo se hacen…Como la poesía siempre fuiste, serás y eres: un sendero hacia lo desconocido; un abismo que conoce tus fondos, misterios y enigmas. Tus palabras se abandonan y recuerdan; vuelven a mentirme con verdades que sólo yo las hago sueño; alucinación, despertar y pesadillas… ¡Así eres tú, pérfida y amada Poesía!
ATLÁNTIDA
Terso Pentagrama maldito
Atlas de un continente ingrato
Remolinado de ausencias
Entre rostros bizarros y clandestinos.
¡Sos la Esfinge! me gritas
Desertando los roles de mi cuerpo
Entre afluentes de cáusticas nostalgias
Y arrecifes abatidos de silencios.
Surco los piélagos de tus labios,
Tifones lobregados de sahumerios
Y en ese suspirar siempre tuyo
Encuentro un jamás anhelo mío
Asfixiado de vendavales inciertos
Cuál táctil placer por lo prohibido.
Me devoras entre corales de besos
Mientras arroyo la salvedad de tu sexo…
Hacia el Norte anclado de mis pesares
Y ese Sur que me invita al desvelo.
Tomo la brújula del tiempo perdido
Vestigios borrados de mi memoria
Y aún así me veo trazando en la arena
Tu voz arrollada en el cántico del viento
Tus palabras oleadas de cobardías
Tu barca hundida en las honduras del recuerdo.
ASÍ TE LLAMAN, COBARDÍA...
A humo de cigarrillo
A estacas clavadas en un bar…
Me abandonas a tus deshoras
A tus tiempos breves y pasados
A tus pretéritos clandestinos
De risas, demencias y gemidos
Como hiena sin sexo
Celosa de orfandades.
Vas dejándome carne endeble,
Huesos putrefactos y mezquinos;
Ración del olvido estiércol
Cenizas y escorias
de un estigmático desvío.
De una tarde estéril
En fértiles días lozanos
Cuando aún eras mujer ¡Mi vida!
Esposada de omisiones
Peor que la dócil Muerte
Que hoy también te agoniza.
Te emito en pronombres
Tú, yo, yo, tú…
Jamás hablamos de dos:
Ambos, juntos, pertenencias
Y aún así te sentía ¡MÍA!
Sin ataduras, nombres
ni correspondencias.
Aún sigue latiendo en mí
Ese férreo vientre de glorias
Sobre mis oídos inquietos
Que no conocen otro sonido
Que tu voz en el silencio
Tu palpitar sordo
Tu incienso táctil
Tu tórrida mirada confundida.
Atamaica Mago