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Para los amantes del arte, de la producción, contribución, el sentir, la reciprocidad.; el propio manifiesto de las palabras, su hacerse contemplativo y la lectura de ideas. Un espacio para encontrarse, reencontrarse y perderse en el retorno. Un lugar ideado para la expresión sin condicionamientos ni tabúes...

martes, 2 de junio de 2009

LA LITERATURA: EPICENTRO REFLEXIVO DE LAS COMPETENCIAS Y ACTUACIONES ESCOLARES

“En literatura no hay temas buenos ni temas malos, hay tan sólo temas bien o mal tratados”
Julio Cortázar (Escritor argentino)


Las impresiones de Umberto Eco, como crítico, lingüista y ensayista literario no dejan de sorprenderme. Cuando manifiesta “no adoptar posturas apocalípticas” en relación con el poco o agotado abordaje cultural de nuestro digno amalgama literario, especialmente en el campo social y humanístico, sencillamente está dejando entrever como telón de fondo de esa gran escenificación sociocultural que representa la labor y vocación docente, que no debemos alarmarnos por los cambios vertiginosos de nuestro avivado presente; esa extraña contemporaneidad que no se corresponde con el pasado clásico de otras latitudes y épocas, donde la experiencia lectora era pergamino de prestigios, modismos y erudiciones preceptoras (Enfoque academicista). Sin embargo, a nuestro presente, único e irrepetible, debemos prestarle suma atención en cuanto al llamado ponderoso de innovar, actualizar, nuestras estrategias de enseñanza haciéndolas cada vez más interesantes, motivadoras y participativas para el educando; contextualizándolas en todas las áreas del conocimiento intelectual y científico -sobre todo- en nuestro accionar magisterial y pedagógico, toda vez de concebir la literatura como cuna de experiencias culturales, históricas, reflexivas; estandarte de juicios y discernimientos pertinentes.
¿Cómo enseñar literatura en un mundo donde el andamiaje audiovisual lleva la batuta? Esta interrogante nos conduce a otra disyuntiva: ¿Vale la pena enseñar la literatura o, mejor dicho, tratar de que el estudiante se acerque a ella deshaciéndose de esa visión retrógrada y tergiversada de hallar en sus cimientos todo un espiral elitista sostenido de dogmatismos, redundancias y falencias? Si como docentes nos conformamos con las premisas filológicas que dictan las academias; el impulsivo desinterés experimentado por los estudiantes o la obstinada empresa de cambiar el actual contexto social sin antes tender un puente estratégico entre el hecho literario y los contenidos informáticos, tecnológicos y audiovisuales prestos al medio situacional vivenciado actualmente, entonces habríamos de aceptar nuestro fracaso como educadores, nuestra debilidad para hallar la solución a esta problemática en vez de seguir siendo partícipes de la misma, multiplicando nuestras propias dificultades y/o limitaciones, conformándonos con lo que predican como recetarios los textos escolares tradicionales, sin estimular al alumno a reflexionar sobre su situación de aprendizaje y mucho menos mostrándole el cómo, porqué y para qué es imprescindible leer en estos tiempos donde la imagen cenestésica, los programas banales; la música irreverente, entre otros inundan nuestras experiencias sensoriales. Todo ello, forma parte de esta nueva generación de niños y jóvenes estudiantes que ya no se asombran ante cualquier cosa; que los textos escolares les aburren cuando disponen de otros medios mucho más entretenidos y reveladores. Entonces, no es cuestión de culpar nuestra realidad inmediata, añorar la pasada y estigmatizar la literatura de prerrogativa, difícil y excluyente, sino de intentar entender que la experiencia lectora no comprende sólo el abordaje de paradigmas retóricos y gramaticales, de textos clásicos o aquellos considerados boom de la literatura universal. No existe mala o buena literatura porque cualquier tipo de categorización pierde validez en el terreno ideológico, interpretativo, de discernimiento y reflexión cultural que cultiva y cosecha la historia y crítica literaria. La verdadera experiencia lectora se halla en su esencia estética, receptiva, contrastable, en la cual leer el Ulises de Joyce o las Crónicas de Nardia no me hacen más o menos sabia que otros; menos o más ignorante que ninguno.; debemos tener siempre presente que leer es un acto personal, meditativo, intencional y voluntario, donde el espíritu del lector explora todos los senderos ocultos, profundos y enigmáticos que guarda el texto; descifrando sus secretos; yendo más allá de lo que exteriorizan las palabras ya contadas. Por tanto, leer debe ser y hacerse por placer, con una visión ficcional, novata y aventurera. Recordemos que las experiencias gratas son las que fácilmente evoca nuestra memoria y resultan verdaderamente significativas al momento de advertirlas, recrearlas en nuestros estudiantes.



ATAMAICA MAGO

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