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Para los amantes del arte, de la producción, contribución, el sentir, la reciprocidad.; el propio manifiesto de las palabras, su hacerse contemplativo y la lectura de ideas. Un espacio para encontrarse, reencontrarse y perderse en el retorno. Un lugar ideado para la expresión sin condicionamientos ni tabúes...

martes, 2 de junio de 2009

UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE COMPRENSIÓN LECTORA

“Leer” significa acceder a un mundo de realidades compartidas donde el juego de las palabras posee significado contextual y lingüístico: es un acercamiento comunicativo del lector al texto; de las palabras hacia su conciencia inventiva organizando la información que considere relevante, decodificándola, discerniendo sobre sus indicadores significativos a través del método analógico y de abstracción para luego almacenarla en la memoria con la finalidad de evocarla en la ocasión que así lo amerite porque dicha información la ha deconstruido pertinentemente.
Por tanto, leer no es sólo memorizar datos, reproducir ideas o aprehender las normas gramaticales de la sintaxis en párrafos, frases u oraciones donde se evidencie el uso correctamente institucionalizado de los signos de puntuación –por el contrario- leer es un operación intelectual reflexiva que incita las competencias comunicativas de los sujetos lectores en una acción de reinterpretar el contenido expreso del texto ahondando sobre sus temas implícitos mediante la crítica, el ensayo piloto y lectura amena comparada, es decir, la reconstrucción intertextual de la información y complementación del área de conocimiento despertando así el interés y motivación de la audiencia lectiva a quien vaya dirigido el mensaje de su (s) autor (es). Leer es hacer un nuevo texto conforme a la visión hermenéutica de cada leyente, una amalgama de opiniones afines y contrastadas que encuentran un espacio en común de debate: la expresión interdisciplinar de ideas y retroalimentación de informaciones desde distintas posturas ideológicas.
Pero leer también es placer y distensión; jamás obligación y displicencia, ya que, si bien no todos leemos lo que nos gusta, también es cierto que leer sobre aquello que nos interesa estimula nuestras potencialidades cognitivas toda vez de expresar ideas en forma coherente, secuencial y desinhibida porque nos sentimos en sintonía con el texto, involucrados con sus palabras, embriagados con sus temas y acciones que ya no representan en nuestra mente el libro encuadernado en páginas enumeradas y compendios de capítulos..; el texto trasciende más allá del mensaje sobreentendido porque el autor no espera ser leído para ser comprendido, sino para que el lector pueda encontrarse a sí mismo siendo partícipe, coautor de una realidad prismática.
Leer, por tanto, es un proceso de andamiaje significativo donde mediamos, interactuamos con el texto. Es una forma de dialogar con él desentrañando sus enigmas, mostrándonos a favor o en discordancia con sus tratados, pero siempre abriendo espacios a la disipación de dudas que podrían tergiversan el canal real de interpretación del mensaje. Al texto hay que interpelarlo, generar interrogantes en torno al mismo sin validar o dar por sobreentendido la información que nos transmite porque las respuestas no siempre se hallan dentro del texto, sino en nuestra capacidad de discernir sobre sus temas ofreciendo otro punto de vista, otra lectura que generaría un nuevo texto versátil y complementario.
En tal sentido, leer no debe concebirse como un acto comunicativo escritor-mensaje-lector, puesto que, existen otras variables intervinientes que accionan el acontecer extralingüístico de los participantes desde una perspectiva semántica (significado) y pragmática (intencionalidad). Es así como leer implica extraer el significado relevante del texto con un propósito explícito o tácito (Informar, explicar, persuadir, argumentar, instruir, entretener…), todo ello tomando en consideración los conocimientos previos que tenga el lector sobre un determinado tema en correlación unívoca con la nueva información derivada de su experiencia lectora.
Comprender un texto no es sólo conocer lo que dice, sino complementar su información en saberes recíprocos y exploratorios, es decir, profundizando en los albores más intrínsecos del texto hasta llegar a la matriz de sus aciertos y desaciertos; de sus aperturas y obstáculos. Una sola lectura no basta, es necesario varias sesiones de lecturas y de ser posible remitiéndonos a la crítica comparada y al debate confrontado de ideas con la finalidad de disipar dudas reconstruyendo el meollo de incomprensiones surgidas cuando se lee sin basamentos sobre el tema, predispuesto a la disconformidad y apatía, por obligación o siguiendo los cánones del cuestionario donde el texto habría de convertirse en un formulario de preguntas y respuestas para llegar a comprenderlo dicotómicamente, ya que, el lector se convierte en un agente pasivo que no dialoga con el texto, sino que se halla claustrado al libreto adoctrinado, ortodoxo de leer para memorizar o calcar conocimientos redundados en puros saberes bibliográficos.
Es así como leer debería representar un acto deliberado, subjetivo, buscador de conocimiento y no modelador del mismo. Cuando invitemos a nuestros alumnos a leer comprensivamente, entonces estamos en la tarea de buscar estrategias didácticas de comprensión lectora que inciten el acercamiento paulatino del lector hacia el texto, sin repetir esquemas arbitrarios, unidireccionales que sólo conseguirían alejarlos de su quehacer inventivo, por ejemplo, cuando los obligamos a leer por asignación o por cumplir con un contenido programático de una asignatura y/o cátedra de estudio.
Por ello, es necesario salirse de la planificación en virtud de cambiar las maniobras de aprendizaje sin evadir una lectura asignada, pero con la salvedad de buscar los medios para que el estudiante se familiarice armónicamente con el texto. Asimismo, no enseñemos a nuestros alumnos a leer dirigiendo su atención excesiva hacia la forma (procesamiento ascendente: entonación, articulación de las palabras, cuidado esmero de os signos de puntuación), sino también hacia el contenido (procesamiento descendente: ¿qué leo; porqué leo; qué busco; cómo me encuentro; cuál es su importancia; qué mensaje explícitos o tácitos he encontrado durante mi recorrido lectivo; cuáles han sido los obstáculos o resoluciones que he encontrado; qué aportes puedo validar para complementarlo; cuál es mi impresión hacia el mismo; qué dudas han surgido entre frase y frase; párrafo a párrafo; qué puntos de vista he revalidado o cuáles refuto abiertamente…?). Cuando leemos para ataviar nuestra intervención oral con el propósito de complacer a la audiencia, nos olvidamos de interpretar simultáneamente el contenido implícito o diferido del texto, puesto que, nuestro interés desatinadamente se dirige al “cómo decirlo” y no al qué, porqué y para qué leo” un determinado mensaje si su contenido informativo lo he desbancado u omitido sólo para hacerlo más audible aunque no lo comprenda del todo. Se evidencia, pues, una lectura ciega a la comprensión y sorda a toda maniobra interpretativa.
En relación a lo anteriormente descrito, cabe mencionar que el acto de leer implica enriquecer nuestro repertorio lexical a medida que vamos descubriendo palabras, sus significados y funciones en contextos sociales determinados. Recocer una palabra en su uso conlleva a acceder directa o indirectamente a una biblioteca mental donde se encuentran archivados todos aquellos vocablos familiares o extraños; fáciles o difíciles de leer, pero que seguimos conociendo y aprehendiendo conforme practiquemos y actualicemos nuestras competencias lectoras.
En conclusión, existen cuatro componentes esenciales en el proceso interactivo de experiencia lectora:
· Comprensión: proceso intelectual que consiste en abstraer el conocimiento como función simbólica de palabras y frases donde se crea y recrea una imagen mental de lo escrito relacionándolo con las experiencias pasadas. (Significación estructural o sintáctica).
· Interpretación: el lector expresa una opinión a favor o en disconformidad con los postulados del autor. Esta fase se manifiesta a través de las experiencias previas, lecturas comparadas, análisis crítico, entre otros.; que el lector haya extraído de sus propias inferencias o generalizaciones.
· Reacción: actitud íntima del lector hacia el texto; cómo ve y dilucida sus palabras; qué sentimientos ha provocado o removido en el lector; cómo coteja la información recabada; a qué conclusiones deriva; cuáles fueron sus expectativas o desencantos, entre otros.
Por consiguiente, Leer no es más que el encuentro de dos cosmovisiones sensoriales: las palabras del texto y el sentir del lector hacia el mismo: integrando vivencias, expresando ideas e innovando las experiencias de cada interpreté e interpretante del mensaje lectivo.

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