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Para los amantes del arte, de la producción, contribución, el sentir, la reciprocidad.; el propio manifiesto de las palabras, su hacerse contemplativo y la lectura de ideas. Un espacio para encontrarse, reencontrarse y perderse en el retorno. Un lugar ideado para la expresión sin condicionamientos ni tabúes...

lunes, 28 de diciembre de 2009

EL SECRETO DE LOS FLAMENCOS


Título: El Secreto de los Flamencos
Autor: Federico Andahazi
Año: 2002
Editorial Planeta



“El color es un medio para ejercer influencia directa sobre el alma: el color es la tela, el ojo el macillo, y el alma es el piano con sus cuerdas”
Wasily Kandinsky

“Descubrir” es la condición ermitaña de quien albacea un secreto para luego ser develado sin la necesidad de escrutar sus orígenes. Es así como el esbozo de la vida se convierte en un lienzo calcinado en la hoguera de la impotencia; en ese prisma de colores cenizos que ciegan las dotes del artista al contemplarse en la farsa de hurtos y usurpaciones en la que el arte va adoptando el aspecto más exacerbado de la sumisa competencia.

La obra El Secreto de los Flamencos, del escritor argentino Federico Andahazi, comparsa, desde la inmediatez histórica del Renacimiento, los azares clandestinos de los artistas en sus faenas por alcanzar la cúspide de la posteridad desde la empañadura de los deseos virulentos. Es la etérea búsqueda del pintor perfecto sostenida por la idea de crear, moldear, afinar la técnica de la pintura desde la prohibición y clandestinidad; desde la corrupción, requisa y deslices eróticos donde los valores morales caen mordidos de asombros e inercias a través de ese tránsito extraviado de la abstinencia y ecos de soledad con los que habría de sobrellevarse el peso del fracaso sin la castidad de un tiempo ausente y tardío.

La obra refleja la estancia estética de una Italia sobrecogida por el ademán de descubrir el enigma disyuntivo que para aquella época calibraba toda producción pictórica: la primera, encauzada hacia la búsqueda del color en estado puro, cuyo dominio de brebajes, cantidades y pigmentos recae en los artistas flamencos representados por los hermanos Van Mander; la segunda, desenvainada en las fórmulas matemáticas del trazado, perspectiva y escorzo adjudicadas a los autores florentinos, éstos últimos representados por el maestro Francesco Monterga quien posee la destreza mas no la habilidad alquimista para poder expresar lo inusitado de las imágenes en estado real, animado: la expectación eréctil de la luz insubordinada al relieve de sus trazados. Por tanto, dar vida a una obra significaba un acto de técnica invertida: vestirla desde el boceto; desnudarla hacia el matizado de sus formas. De esa manera, el producto, su moldeo compensaban la impericia del pincel toda vez de librarse la lucha entre el acto creativo versus sí mismos.

El Secreto de los Flamencos tiende a una búsqueda en espiral, en escollos laberínticos, bajo la consigna del eterno retorno como fuente de inspiración que no naufraga su travesía. Un asesinato libera la trama; una restauración travestí se oficia como causal de todos los hechos. Entonces, la literatura, de la mano de Pietro de la Shiena, comienza sus andares amanerados en el oficio por descubrir que la belleza tiene un carácter ficcional monstruoso; que toda fundamentación del arte radica en una sordidez humana donde las hipótesis no descansan en tergiversaciones; donde la duda y el engaño resultan la llave que abrirá –o quizá forze- el portal de enigmas en el que la presencia de un retrato ha sido consumado: Fátima, la deidad de la muerte; la reencarnación de una verdad trastocada a ciegas, sin pudores que la sonrojen.

La sospecha siempre acompañará esta obra porque el arte se vanagloria de inmortalidades siniestras, de postraciones seudónimas y contextos desahuciados en donde lo predecible no tiene cabida; donde el artista reivindica sus aspiraciones desde una historia que comienza y termina con el letargo sexual de una identidad sorprendida en otro cuerpo insolente; un morbo secreto que conoce la traición de la pérdida, ese sentido de pertenencia que destilan las culpas ajenas cuando la recompensa no es la codiciada.

El Secreto de los Flamencos se halla oculto detrás de los lienzos hermafroditas teñidos de sangre; en un caballete de glorias sorprendidas por los laureles de sus esclavitudes y derrotas. Resta, pues, que el lector devele el acertijo quedándose con ese botín descorazonado de toda obra inconclusa, desechada. Todos los caminos conducen a desencontrarse.

ATAMAICA MAGO

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